lunes, 30 de enero de 2017

Análisis de observaciones realizadas sobre un grupo de grado séptimo

ANÁLISIS DE LAS OBSERVACIONES

“El niño acepta los ‘roles’ y actitudes de los otros significantes, osea que los internaliza y se apropia de ellos.  Y por esta identificación con los otros significantes el niño se vuelve capaz de identificarse él mismo, de adquirir una identidad subjetivamente coherente y plausible” (Berger & Luckmann, 1986).

La frase que consigno a manera de epígrafe sirve de introducción a este análisis por una sencilla razón: todos, sin importar quienes seamos, hemos experimentado un proceso de construcción de la identidad.  Este es un hecho que no ha pasado inadvertido durante las sesiones y se hace especialmente evidente en el registro de las observaciones realizadas a los diferentes grupos del Colegio (...), y es que quien lea atentamente las distintas narraciones que escribí, se dará cuenta de que estos niños y niñas han entrado de lleno en el proceso de desarrollo de su yo social; esto es, su propio juego de roles (como estudiantes, miembros de su familia, etc.), y por extensión han iniciado la construcción de su identidad grupal.  Comenzaré mi análisis haciendo algunas anotaciones que considero relevantes:
Un rasgo importante y particular que pude observar fue que los pequeños grupos creados dentro de los diferentes grados se caracterizan porque los y las miembros de cada uno se encuentran experimentando prácticamente la misma fase de desarrollo.  En el caso de las niñas, por ejemplo, si se trata de un clan de tres, las tres chicas poseen básicamente la misma estatura, senos en desarrollo y su necesidad por maquillarse parece ir en aumento.  Esto contrasta con los grupos de niñas que todavía parecen encontrarse en etapas anteriores, pues en principio sus agrupaciones son flexibles (permiten nuevas inclusiones con mayor facilidad), y poseen un carácter colectivo más dócil que el de sus pares de mayor edad.  Las niñas cuyo desarrollo sexual es más evidente parecen ser más selectas y ya no ven en los adultos (docentes en este caso) fuentes de autoridad o  individuos protectores, sino que ante cualquier tipo de situación en la que se sienten agredidas o vulneradas (aún si no lo están siendo), responden negativamente casi de inmediato. 
Los adolescentes mayores actúan sin medir las consecuencias de sus actos.  Los varones de los diferentes grupos se golpean entre ellos sin razón aparente, en muchas ocasiones causando lesiones a sus compañeros.  Sin embargo, no parece que los jóvenes perciban estos comportamientos como agresivos, contrariamente se podría afirmar que se trata de una especie de muestra afectiva, y es que su crianza, cultura, contexto y claramente la educación misma que se les imparte les han servido a estos individuos como la base sobre la que asumen la vida y en este caso específico: el colegio, su proceso educativo.  Cuando se habla con ellos y ellas, se puede notar que poseen pocas aspiraciones académicas, y muchos responden de forma grosera y renuente ante las prácticas escolares, enfáticamente sobre todas las que tienen que ver con su rol de estudiantes (llegando a afirmar que “no quieren aprender”, que “no necesitan estudiar”, entre otras cosas).  Esto me recuerda una frase del libro de Berger y Luckmann “…el niño de clase baja no solo absorbe el mundo social en una perspectiva de clase baja, sino que lo absorbe con la coloración idiosincrásica que le han dado sus padres”, en otras palabras, estos chicos actúan con base en lo que socialmente han aprendido. 
En este punto parece pertinente agregar una noción de identidad que, pese a no hacer parte de las teorías psicológicas sociales, sí se consolida como un postulado importante en cuanto a la construcción del yo. Me refiero a Erickson y a sus planteamientos con respecto a las crisis del yo que se generan durante la búsqueda de un sentido de identidad, en el caso de la edad que nos concierne (dadas las observaciones): sentido de identidad versus confusión de rol.  Esto puede equipararse precisamente con el desarrollo del yo planteado desde la psicología social y que abarca los roles que asumimos, las identidades sociales que formamos, la cultura que nos rodea, nuestros éxitos y fracasos, entre otros.  Se dice que durante esta etapa las personas jóvenes exploran gran diversidad de oportunidades con el fin de elegir entre diferentes roles experimentados para descartar caracterizaciones distintas y elegir un papel final.  El riesgo posterior a esta exploración de sucesos y acciones es que se puede no generar un yo con el que los futuros adultos se identifiquen plenamente, y siendo estrictos, tal vez por esta posible dificultad de hallarse a sí mismo, Erickson planteó no sólo características positivas, sino también algunas negativas que se dan en esta fase de la vida.  Esto es cierto grado de “…hostilidad desdeñosa y presuntuosa hacia los roles que la familia o la comunidad inmediata sugieren como apropiados y deseables” (Erikson, 1959, Citado por Sollod, Wilson & monte, 2009.  Pág. 203).  Lo anterior está dicho para enfatizar el que aun estando dentro de una institución educativa, la gran mayoría de los muchachos y muchachas observados se distinguen precisamente por ir en contra de las reglas, de las opciones que les brinda el contexto, de las peticiones de sus padres y de sus maestros.  Es claro que en este momento de sus vidas aquellos jóvenes que han llegado al punto de transición entre ser niños y convertirse en adolescentes, están constantemente buscando opciones que les permitan ser y destacarse (sea positiva o negativamente) dentro del grupo de pares cuyas percepciones realmente les interesan.  Por esto el “pogo” (no bien visto ante los ojos de la autoridad escolar), el consumo, el estudiante rebelde, el maquillaje, las perforaciones, los tatuajes, la música (que a los adultos no les gusta); por esto la exploración de todo lo que está prohibido y la constante búsqueda de algo con lo que se puedan sentir cómodos y satisfechos.  Y es que al final, de esto se trata la identidad social, de todo lo que se es dentro de un grupo que se encuentra al interior de otro más grande, en contraste con todo lo que no se es, o como dirían Berger y Luckmann (1986), se trata de asumir el mundo en el que viven los otros para comprender procesos subjetivos momentáneos y hacerlos míos (objetivándolos), de esto se trata la socialización.
Ahora bien, en la observación del día 05 me dediqué a describir de manera breve la situación emocional de dos niñas.  Me pareció algo importante a tener en cuenta ya que la prevalencia de la depresión aumenta durante la adolescencia (Papalia, 2012), y porque indubitablemente las razones que justifican respuestas como el cutting ante la vida, tienen una relación directa con el contexto social y cultural del individuo, así como sus experiencias tanto interiores como de interacción con otros (bien sean familiares, personas ajenas a su núcleo o pares).  Albert Bandura planteó que “las personas actúan sobre el ambiente y a la vez son influidas por la forma en que lo entienden” (Sollod, Wilson & Monte, 2009)[1].  Bandura propuso una interacción a la que denominó determinismo recíproco tríadico, que consiste básicamente en un juego de relaciones de tres elementos a saber: la consciencia y el pensamiento del individuo, la conducta en curso que tiene y el ambiente de la persona, y dado que cada una de estas características tiene el poder de modificar a las otras dos, se reafirma la idea de que el contexto y la realidad de cada uno de estos muchachos, o mejor aún, su forma de asumirlos, son lo que en última instancia ha contribuido con la toma de decisiones que hasta hoy han llevado a cabo con respecto a la búsqueda de su propia identidad[2], porque la identidad social no es más que un acto de reverberación, “el yo es una entidad reflejada, porque refleja las actitudes que primeramente adoptaron para con él otros significantes” (Berger et al, 1986).
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Creo que no es sencillo realizar un ejercicio de observación de personas y luego efectuar un análisis sobre este, especialmente porque yo misma soy producto de una socialización primaria, es decir, he tenido como tamiz mi propio entendimiento del contexto, partiendo de lo que otros significantes han hecho que signifique el mundo para mí, por lo que mi yo generalizado es muy específico y al compararlo con el yo generalizado de los individuos a los que estuve observando, noto variaciones importantes, lo que muy seguramente me  hace atribuir razones a las conductas de estos muchachos y muchachas (que no necesariamente son verdades).  Lo social está tan arraigado, que por más que intento ver objetivamente el contexto y analizarlo sin detenerme en incurrir en consideraciones propias, no dejo de tomar como base mi propio conocimiento y experiencia para explicar las razones del comportamiento de estos sujetos.  Hasta aquí lo que he visto con cierto nivel de objetividad es que la auto-identificación de estos muchachos y muchachas ha logrado cierto nivel de estabilidad (no se puede olvidar que se encuentran en proceso de desarrollo), sólo gracias a la identificación que ellos mismos han obtenido frente a la generalidad que otros sujetos les han brindado, eso implica que los diferentes roles que ejercen, se vinculan directamente con ese proceso dialéctico que se gesta a partir del momento en el que el niño existe, y que con el tiempo y la internalización logrados (en la medida en la que su contexto y él interactúan), provee conscientemente una identidad coherente para sí mismo, de manera que se ha establecido en ellos (al menos desde la perspectiva de Berger y Luckmann) una relación simétrica entre la realidad objetiva y la realidad subjetiva


CONCLUSIONES

A partir de la observación realizada puedo concluir que en su gran mayoría los jóvenes y jovencitas observados poseen patrones de conducta muy similares.  Sin embargo, estos varían un poco en concordancia con los subgrupos a los que pertenecen, esto claramente modifica las expresiones tanto verbales como gestuales que utilizan, su forma de moverse por el espacio y de interactuar con los otros.  Un ejemplo claro de esto son los grupos de niñas de edad superior (15 años máximo) a las que he observado, y en las que he notado una marcada tendencia a maquillarse, mantener su cabello húmedo, tomarse selfies lanzando besos al aire, entre otras acciones.  Muchas de estas actitudes hacen parte de los rasgos de personalidad con las que son reconocidas, lo que contrasta como se dijo anteriormente con otras agrupaciones que varían en edad y cuyos comportamientos son completamente diferentes.  Se evidencia un deseo innato de agradar a sus pares, y tal vez por eso comienzan a existir líderes y seguidores.  A la mejor manera de los filmes norteamericanos comienzan a vislumbrarse incluso aquí abejas reinas, y esto se vuelve más claro aún, cuando por alguna razón estas chicas no asisten al colegio, y las demás se vuelven taciturnas, o atienden mejor a las clases que se les imparten.  Hace poco de hecho, dos niñas de un trío, aceptaron abiertamente dicha situación.  Dijeron: ¡Nos portamos mejor cuando Ximena no viene!, lo que en definitiva confirma el influjo que tienen entre pares estos jóvenes y jovencitas. 
En cuanto a sus patrones de cooperación, parecen ser muy fieles a sus agrupaciones, se defienden entre ellos y son capaces de enfrentarse unos a otros para salvaguardar la seguridad de su grupo.  Los valores que poseen son los que han recibido hasta ahora de todas las vertientes contextuales en las que están inmersos (su otro generalizado); son muchachos y muchachas conflictivos, listos para integrarse a cualquier pelea si es necesario (por eso se amenazan y se agreden continuamente de forma verbal y hasta física).  Cuando se trata de resolución de conflictos, no poseen muchas herramientas pacíficas que les permitan hablar y razonar sin previamente haberse insultado o golpeado. 
Para ellos y ellas (en su mayoría) las reglas no significan estándares irrompibles.  Al contrario, parecen disfrutar al ir en contra de todo lo que les es impuesto.  En muchos casos evidencian autonomía a la hora de ejecutar acciones que desean, pero esta se diluye al tratarse de cuestiones académicas.  Su auto-concepto y autoestima están en proceso de formación, muchos aún no se han percatado del potencial que tienen y así mismo lo dejan ver en cada oportunidad (afirman no poder hacer las cosas, se sienten incapaces ante los nuevos retos y antes de dar batalla se rinden).   No son especialmente autónomos, a menos que se trate de cuestiones por las que sientan algún interés (como el deporte, por dar un ejemplo). 
Cuando estos muchachos discuten y dan quejas, se evidencian patrones de auto-referencia que están fundamentados en sí mismos (lo que es completamente normal, teniendo en cuenta que nuestro interés principal somos nosotros mismos).  En tanto a sus “posibles yos”, existen deseos y motivaciones, como para los futuros James.   Estos muchachos y muchachas están absortos en representar sus roles ceñidos a la búsqueda de agradar a sus pares.  Se identifican (parece) no como parte del colegio (pues su sentido de pertenencia va más bien en contra que a favor), sino como parte de grupos más pequeños, de los que asumen características físicas (uso de pearcings, pantalones entubados, etc.) y comportamentales (tipo de música que escucha, tendencias y gustos, expresiones que utilizan, entre otros).  Esta es su identidad social, construida a partir de las comparaciones sociales que han hecho y de su propia versión de la realidad.
En tanto a su cultura y sus yos, parecen ser interdependientes, pero sólo con su propio grupo de amigos, pues en general (y dada la cultura misma del país), son entidades independientes donde las metas y prioridades están definidas a partir de sus propias características.
Para finalizar, y sólo porque considero que esta afirmación sirve de aglutinante para el análisis realizado, volveré sobre mis pasos, terminaré como di inicio al texto y citaré nuevamente a Berger & Luckman:
“El niño acepta los ‘roles’ y actitudes de los otros significantes, osea que los internaliza y se apropia de ellos.  Y por esta identificación con los otros significantes el niño se vuelve capaz de identificarse él mismo, de adquirir una identidad subjetivamente coherente y plausible” (1986).


REFERENCIAS

Berger, P. & Luckmann, T. (1986).  La construcción social de la realidad (cap III).  1ra ed. [ebook] Buenos Aires: Amorrortu. Pág.164-227.  Disponible en: http://aulas.uniminuto.edu/campus/mdl_201650/pluginfile.php/119224/mod_resource/content/2/Texto_6_BergerLuckmann_1986_CapIII1.pdf [visto el 10 de noviembre de 2016]
Myers, D. (2005).  Psicología Social.  Colombia: McGraw-Hill, Pág.39-133.
Papalia, D., Feldman, R., Y Martorell, G. (2012).  Desarrollo Humano
Duodécima edición.  McGraw Hill/Interamericana Editores.  Colombia.
Sollod, R., Wilson, J., & Monte C. (2009).  Teorías de la personalidad – debajo de la máscara.  Octava edición.  McGraw Hill/Interamericana Editores.  Colombia.



[1] Palabras más, palabras menos, esta afirmación es consistente con las ideas de Luckmann y Berger con respecto a la socialización y a la internalización del proceso, en donde “no solo comprendemos mutuas definiciones de las situaciones compartidas: también las definimos recíprocamente” (1986).
[2] Quiero aclarar que ahondo un poco en Bandura porque en el libro de David Myers, específicamente en su capítulo acerca del yo y el mundo social, toca someramente el concepto de autoeficacia que fue desarrollado precisamente por Bandura.

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