viernes, 2 de octubre de 2015

Análisis: "El hombre que confundió a su mujer con un sombrero".

No se puede interactuar con el mundo de forma normal, si somos incapaces de identificar sus componentes, esto es, si no podemos reconocer los objetos y tener consciencia de lo que son, para así tomar decisiones al respecto de cómo usarlos, por ejemplo.  Estas decisiones se relacionan directamente con los procesos sensitivos y perceptivos que poseemos, así como con nuestra memoria y con los contextos que estamos acostumbrados a frecuentar, y que por supuesto son parte fundamental de las construcciones memorísticas que determinan lo que existe para nosotros, qué es, para qué sirve, dónde se encuentra, etc. 
El caso del doctor P., el hombre que confundió a su mujer con un sombrero, es una muestra fehaciente de cómo la interacción de un sujeto con el mundo se ve modificada cuando éste pierde la habilidad de reconocer lo que lo rodea.  Pues, no se trataba sólo de una prosopagnosia evolutiva o desarrollada, sino de una agnosia visual, que lo convirtió en un procesador de imágenes y características específicas, dotado de un nivel de observación y análisis casi científico de los objetos (pues su fijación por los detalles era remarcable), pero que al mismo tiempo carecía de la habilidad de realizar juicios cognitivos personales e intuitivos con respecto a los mismos, y más difícilmente, acerca de las personas que hacían (o no) parte de su vida.  Es cierto que el doctor P. (tal vez debido a que su agnosia fue evolucionando con el tiempo, y no fue causada por un accidente cardiovascular o algún tumor cerebral), generó lo que podría reconocerse como un sistema adaptativo propio, en el que utilizaba el canturreo y sus conocimientos musicales como vehículo de reconocimiento, pequeñas acciones acompañantes que lo ayudaban durante la realización de diferentes quehaceres y actividades cotidianas, además de permitirle continuar su magnífica carrera como maestro de música.  Sin embargo, y en esto hace hincapié el doctor Oliver Sacks, “construía el mundo como lo construye un ordenador, mediante rasgos distintivos y relaciones esquemáticas.  Podía identificar el esquema (a la manera de un ‘equipo de identificación’) sin captar en absoluto la realidad” (Sacks, 2002).  Esto producía invariablemente un distanciamiento con las partes emocionales que se nos antojan tan normales a quienes no padecemos patologías que priven a nuestro sistema perceptivo-gnóstico de mantener un funcionamiento lógico y natural. 
Ahora bien, en términos de lo que se considera un proceso perceptivo normal, se habla de la importancia que tienen los contornos, la iluminación, las características cromáticas, la organización, profundidad, tamaño, y de una amplia variedad de particularidades que nos permiten diferenciar el mundo y todo lo que hay en él.  Sin embargo, lo que atañe más específicamente con respecto a los procesos perceptivos hilados al caso del doctor P. en principio, serían los dos tipos de procesamiento que existen a saber: el procesamiento de abajo a arriba, y el procesamiento de arriba a abajo. En el procesamiento de abajo a arriba “las características del estímulo son las que guían todo el proceso perceptivo” (SANTIAGO DE TORRES, 2006), mientras que en el procesamiento de arriba a abajo, la influencia deviene de los conocimientos, expectativas, aprendizajes e intereses previos que tengamos.  Es en este punto donde (a mi modo de ver) existe la mayor dificultad del caso del doctor P.  Pues aunque él podía determinar y observar las especificidades de los objetos y de los rostros, generando magníficas descripciones al toparse súbitamente con algún elemento (el doctor Sacks narra cómo durante su primer encuentro su paciente parecía saltar de su nariz a su oreja derecha, de su barbilla a su ojo derecho, etc. Concluyendo que el doctor P. lo abordaba con los oídos, no con los ojos), era incapaz de concertar una imagen integral que le dijese qué era lo que estaba mirando.  Esto en cierto modo demuestra que aunque el doctor P. podía mirar de súbito y en breves lapsos detalles, no lograba conectarlos de manera que crearan una globalidad coherente para él, y esto sucedía muy específicamente con su habilidad perceptiva visual, pues al anotar “me abordaba con los oídos”, el doctor Sacks puso de manifiesto que su paciente sabía que estaba interactuando con una persona a quien reconocía como una  por cómo sonaba, formándose una imagen de ésta utilizando su sentido auditivo.  Existía entonces para el doctor P. (como en el caso del ejercicio perceptual de las figuras platónicas) un proceso guiado por los datos, una percepción pura de las características fundamentales de los objetos que concluía con jocosas descripciones, formando así su output perceptivo, en donde la información contenida en su ambiente (o en los objetos que habitaban en éste) era significativa por sí misma (al menos para él, que parecía no enterarse de su problema perceptual).
Además de lo anterior se evidencia que el doctor P. no podía interiorizar su percepción, es decir, aunar sus experiencias previas a sus estímulos visuales, cosa que sí lograba cuando utilizaba otro de sus sentidos exteroceptores, como cuando supo que el objeto que tenían entre sus manos era una rosa luego de olerla, y produjo una maravillosa exclamación de placer ante su descubrimiento.  Hasta aquí se pueden afirmar varias cosas del caso del doctor P.  En primera instancia es incuestionable  que padecía de un grado bien específico de alteración perceptiva, en el que había un déficit a la hora de asociar la información percibida y conectarla con aquella que almacenaba en la memoria, por lo que se evidenciaba un problema a la hora de recuperar ciertos aspectos específicos de su experiencia con el mundo.  Sumado a lo anterior, el doctor P. sufría de algún tipo de alteración que depauperaba en cierto modo sus procesos visuoperceptivos, desencadenando así su prosopagnosia aperceptiva, y su agnosia visual general.  El doctor P. sufría (en pocas palabras) de una inconexión entre su análisis visual y la atribución de significado que debía realizar posteriormente. 
En 1986 Bruce V. y Young AW. Propusieron un modelo cognitivo que establecía una serie de pasos dentro del procesamiento de información que seguimos desde el momento en que observamos un rostro (familiar) y el instante en que somos capaces de pronunciar su nombre.  De acuerdo con ellos, en primer lugar se realiza un reconocimiento facial de particularidades del sujeto al que miramos, luego, construido el precepto de la cara, realizamos un escaneo mental para asociar los rasgos de esta persona en específico, con todos aquellos que tengamos en la memoria.  Acto seguido, echamos mano de las memorias semánticas que poseemos y que están directamente relacionadas con el contexto de la otra persona, para finalmente responder al estímulo de la familiaridad asignando su nombre al rostro, realizando una selección léxica para así poder pronunciar  un nombre.  El doctor P. entonces era incapaz de seguir este circuito, de hecho, por la forma en que el doctor Sacks narra su primer encuentro con él, parecía que ni siquiera percibiera visualmente, aunque no sufría de ningún tipo de ceguera.  Cuando el doctor P. Confundió a su mujer con un sombrero, mostró su inhabilidad no sólo de reconocer un objeto específico y que además estaba buscando, sino también su dificultad de identificar  a su esposa, no sólo como su esposa, sino como una persona.  Incluso en el momento en que el doctor P. no logra encontrar su zapato para volvérselo a poner, asumiendo abiertamente que su zapato era su pie (teniéndolo de acuerdo con la narración frente a sus ojos), también mostró dificultad para recordar que se acababa de quitar el zapato, o de reconocer su propio cuerpo.  Así las cosas, el doctor P. estaba condenado a reconocer el mundo a su alrededor haciendo reconocimientos deductivos (aunque de acuerdo con la historia del guante, tampoco le era posible llegar a una conclusión acertada), y a vivir su día a día hilándolo con canciones que componía para cada acción a la que tuviera que enfrentarse (comer, vestirse, etc.), y de las que no podía desprenderse durante su ejecución, porque invariablemente terminaría sin saber cómo continuar.


BIBLIOGRAFÍA

Edward E. Smith, S. M. (2008). Procesos cognitivos modelos y bases neurales. Madrid, España: Pearson.
Julio Santiago, F. T. (2006). Procesos psicológicos básicos. Aravaca (Madrid): Editorial Nomos S.A.
R. García García, L. G. (2004). Prosopagnosia, entidad única o múltiple. REV neurol, 682,686.

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