sábado, 13 de septiembre de 2014

Escribiéndo un GOOGOLPLEX



Ya comencé, estoy haciendo ceros minúsculos para que quepan muchos en las paredes de mi habitación, y de hoy en más, llevaré conmigo muchos "ceros"
y los pondré donde quiera que vaya:
en el transmilenio, en clase con niños, en la cocina, en los restaurantes y cafés,
en el teatro, el parque, caminando con Wako,
en el baño mietras tomo una ducha, en mis sábanas, mi ropa,
sobre el asfalto, los árboles circundantes, las piscinas, las canchas de futbol, tennis, baseball...
En la empresa de mi primo, el televisor de mi hermano, la boa constrictor naranja de mi hermana,
sobre la mesa, el mostrador, el computador, las ventanas, las cortinas
sobre las flores de amapola y los tulipanes que no crecen por estos lares;
sobre las alas de las mariposas, las patas de las arañas,
las plumas de las aves,
los cuerpos redondos y rayados de las abejas,
delicadamente sobre los nenúfares, los lagos y los rios;
en cualquier sustrato olvidado y perdido.
Sobre mis zapatos, mis medias y mis dedos.
Incluso mi cuerpo se llenará de ceros, así como el pelo dorado de Wako;
mis libros, mis cuadernos de anotaciones...
la puerta blanca del apartamento que habito, el corredor, la puerta gris del interior,
las rejas del conjunto...
TODO, todo a mi paso se convertirá en una infinita secuencia de ceros
hasta que algún día, tal vez cuando esté a las puertas de la muerte
logre cumplir por lo menos la mitad de mi cometido: Ser la primera mujer sobre la faz de la tierra en escribir completo un GOOGOLPLEX!

martes, 2 de septiembre de 2014

NO SABRÍA CÓMO NOMBRARLO

I
Se que debo intentar reconstruir en palabras lo que siento, pero por alguna razón no existen vocablos que puedan describir mi situación.
Parece que todo anda mal conmigo, en mi vida, al rededor de mi vida y con los míos. No se si sentirme afortunada porque en medio de la dificultad nada me falta, o simplemente frustrada y decepcionada. Supongo que como un buen ser humano que se piensa a si mismo "realista" me inclinaré sin pensarlo dos veces por la segunda.  Aún así, no es lo que quiero ni lo que espero de mi existencia. Prefiero negarme a creer que toda esta imposibilidad revestida de nada es un instante pasajero que no va a definir de ninguna forma mi futuro.
Ya ni siquiera considero que el líquido de mi cuerpo se pueda convertir en lágrimas, y pienso que igual de nada serviría derramar mi dolor en forma de gotas sobre esta nada absoluta y absurda que me tomó por sorpresa un día, y a la que lamentablemente no he sido capaz de derrotar.  De la que de hecho, no he logrado salir.

Mis hermanos sufren en igual o mayor medida que yo, no lo sé, y yo por supuesto sufro por ellos igual que ellos por mi. Sin la posibilidad de ayudarnos mutuamente, lo que nos queda es observar desde la periferia y esperar. Pero esperar es lo peor para mi. En estos años de desierto y desolación no he aprendido mucho acerca de la forma más simple de esperar y ser paciente.
Soy un inmenso mar de confusiones y conflictos internos.

II
 Ayer en cinco segundos mi vida se vovió negra. Creo de hecho que si de una película se tratara mi existencia, toda la luz y el cielo azul sin nubes que había en horas de la tarde en mi "escenario", se habría transformado en una gélida noche; una plétora de grises sin posibilidades de color, y por ende, sin una pizca de luz.

 
III
 La verdad no se de qué se trata este escrito. Supuse que podría comenzar a narrar mis emociones, pero me he percatado de que estoy seca verbalmente.
Mis dedos como siempre, son capaces de seguir la velocidad de mis pensamientos, pero hoy especialmente siento que mi cerebro se nubló.
Tal vez debí hacer caso a mi mamá ayer, cuando en medio de mi dolor punzante y mientras sosteníamos una conversación (debo decirlo, no muy productiva) por teléfono, me dijo: ¡escríbe! y lo repitió dos veces más: ¡escríbe!, ¡escríbe!.
Quisiera tener la certeza de que un día por fin llegue un momento de lucidez y creatividad a mi mente; el momento propicio para que mis angustias se transformen en prosa viva.
o en poesía pura.
No tengo un apego especial por ningún formato de escritura. Mi objetivo al final sería simplemente ser capaz de hilar con coherencia lo que (si tengo suerte) saldría a borbotones de una fuente hasta hoy sin agua que (estoy segura) poseo muy dentro de mi.
Siento la necesidad de hacerlo. Me refiero a continuar sin darle cabida al silencio, haciendo sonar las teclas sin nombre que reposan bajo mis dedos.
Me pregunto cuál es el paso a seguir(?)
Podría hablar de la niña tonta e ingenua que sigo siendo.
del espíritu de adolescente que sufre por amor y entrega todo sin recibir nada a cambio.
de la adulta solitaria y sin rumbo confinada a su propia cárcel, destinada por si misma a permanecer callada mientras sufre en silencio porque la rodea LA NADA.

IV
Cada mañana me pregunto por qué no puedo ser mi mejor versión de mi. Por qué no puedo ejecutar mis sueños, o al menos las acciones que de una u otra forma me acercarían a ellos, a volverlos una realidad. A bajarlos de ese cielo en el que anidan hace tantos años como huevos fríos, sin empollar aún por la falta de alimento y calor.
 
V
El mundo bajo mis pies me muestra a diario la transformación diminuta que surge y todo a mi alrededor es tocado por ella. Sin embargo, el único ser que parece estático en medio de la algarabía de una supuesta metrópolis, soy yo.
En ocasiones sólo puedo pensar en citas tristes y desligadas de su contexto original, de palabras que se convierten en mantras negativos. En borradores virtuales de un dibujo ejecutado por otros sobre mi lienzo.
No espero que alguien pueda entender el transfondo de esta serie de palabras con sólo leerlas.
No creo haber dejado más que un velo casi invisible entre las líneas que han salido expulsadas de mi sistema sin ningún rumbo aparente.
Quisiera ser como aquellos que sonríen mientras ante sus ojos el fragante mundo renace día tras día, pero para mi sus 24 horas se han vuelto un karma sin sosiego.
A diario acompaso al reloj con mi propia voz, tratando de seguir los movimientos circulares del segundero. El resultado por supuesto no varía, al menos no para mi.
Se que los demás danzan con sus problemas y se movilizan dentro de su caos, pero (creo) al menos que se mueven, y que ese movimiento vale la pena.
Me parece que el mayor problema de mi vida en este preciso instante no es otro más que la quietud.
Un ápice de quietud es aceptable y hasta recomendable. Pero cuando las pizcas se convierten de repente en cucharaditas, cucharadas, cuartos de taza y tazas dejan de ser apetecibles.
Grandes cantidades de nada no son exactamente la materia prima que un ser humano quiere utilizar para construir su vida.
A razón de nada escribo, y gracias a la nada vivo en este módulo estático. Un capítulo de mi vida sin nombre que osaré compartir con nadie, creo.
Aún si pretendo que alguien me lea, la probabilidad de que eso suceda es básicamente nula.
he aquí la lista de palabras de esta noche: quietud, nada, nulo.
¡cuánto anhelo que esas palabras se conviertan en sus antónimos!

domingo, 4 de mayo de 2014

DE INTERMEDIARIO A MEDIADOR: EL COMUNICADOR COMO DISEÑADOR CULTURAL



Siempre que queramos hallar vínculos entre dos o más temas, diferentes objetos de estudio aparentemente inconexos, no hace falta más que agudizar la mirada abriendo bien los ojos y atendiendo a los detalles, ya que todo en este mundo de altos contrastes, aunque sea únicamente a un nivel subatómico, tiene relación entre sí.  Los oficios del comunicador y  diarios de comunicación sin motocicleta no son una excepción, en principio porque ambos textos tienen una voz argumental constante: la comunicación y todo lo que de ella devenga, aunque ciertamente su desarrollo (pues se trata de autores distintos) es único, y está dado a la manera de quien escribe.  Ambos textos abordan preocupaciones afines, y ambos, ofrecen al lector la posibilidad de entrar al mundo del comunicador desde umbrales ubicados en ángulos que difieren entre sí, puntos de vista y posiciones que se apoyan unos sobre las otras (Diarios de comunicación sin motocicleta cita en varias ocasiones a Jesús Martín Barbero, autor de los oficios del comunicador). 
En principio existe un prólogo, un desmantelamiento de cualquier bloqueo que nos aleje de las ideas del autor, una muestra de su preocupación que parte de una crítica hacia la pobreza mental, que de hecho asegura, es la peor.  Estos fragmentos de pensamiento introductorios  que preparan el terreno para lo que viene luego en  diarios de comunicación parecen haberse construido como una pregunta sin interrogación, o más bien como una afirmación generadora de dudas,  que a mi modo de ver, y para todo aquel que desee asumirlo de esta manera, se conecta con la propuesta ofrecida por el epílogo de los oficios del comunicador de la mano de Zigmunt Bauman, un sociólogo y filósofo polaco, que además escribe ensayos, cuyos trabajos se centran en la búsqueda de la identidad como una responsabilidad vital del sujeto, y que en estas siete líneas que sirven de abrebocas de los oficios, invoca un cambio, un acto de violencia que rechace el aturdimiento humano, y cuya victoria ofrezca esperanzas a este mundo inconsciente, para no perderse en la ausencia comunicativa, en los espacios tibios de su propia pobreza mental (este nexo de términos es mío). 
El rol que desempeñan los comunicadores puede ser como diría el autor de  diarios de comunicación el de …el que hace, el que no hace, el que dice que hace[1], o en una clasificación más exacta, (como en los oficios del comunicador), aquel que comunica algo pero cuya finalidad no afecta la situación: el intermediario, o el que asume como suyo el problema, se identifica y participa en el acto de construir sociedad: el mediador.  Es fácil establecer un paralelo entre ambas lecturas, aunque sea en sus inicios.  Jesús Martín Barbero habla acerca de la confusión del oficio del comunicador, y afirma que esta se ha dado gracias a los cambios en el contexto dentro del que se desenvuelve, por las modificaciones en los sistemas actuales y gracias en gran medida a la tecnología y sus avances.  Estos movimientos temporales transformadores han generado como resultado, y a manera de daño colateral alteraciones en los procesos comunicativos, y entre fondo y forma se ha venido gestando una idea renovada (no necesariamente buena), de lo que es un comunicador, de qué es la comunicación, y de los saberes fundamentales de su campo de acción y sus métodos de ejecución. 
La propagación de una lógica de existencia, aunque no sea ideal es la que cimenta nuestro actuar.  Nuestro conocimiento y saberes, así como nuestras reacciones y acciones están mediadas por un entorno que se modifica cada tanto, y que termina convirtiéndose en un hilo conductor, una especie de guía inapelable a la que simplemente nos acomodamos.  Un comunicador intermediario, así como un ser pobre mentalmente se preocupa sólo por su adiestramiento en cómo ser productivo dentro de un sistema mercantil, al que finalmente lo único que le importa es vender, y ¿Qué se vende? Noticias tergiversadas o entretenimiento que produzca ceguera,  todo aquello que genere desatención a lo trascendente, y nos mantenga en un estado mental absolutamente pasivo.  Afectar fingiendo parece ser el método más lógico de acción con respecto al contexto en el que ahora nos desenvolvemos.  Las transformaciones culturales o los giros mentales nos han traído al límite de un abismo en el que los medios se usan con fines netamente económicos, donde la mediocridad de contenidos absorbe cada ápice de atención, evitándonos la molestia de usar la cabeza.  La comunicación adquiere así tintes de espacio antagónico, donde se libran batallas de poder, y entre la modernización y la renovación industrial se desdibuja el pasado, sufrimos una pérdida inminente de memoria, y nos convertimos en mezclas culturales, casi como si toda la historia y los acontecimientos, así como las ideas, los saberes, los conceptos, las teorías y un sinfín de elementos se pusieran todos, en una especie de coctelera intelectual, donde la americanización o la europeización son el resultado inevitable de esta mixtura despojadora. 
Ser comunicador y ser latinoamericano son dos cosas diferentes, en principio porque un comunicador puede ser cualquier ciudadano de cualquier parte del mundo, que reúna una serie de requisitos y cuyas  búsquedas personales apunten a transmitir mensajes a públicos objetivos.  Debe, entre otras muchas cosas saber expresarse, informar y convencer;  debe ser un buen estratega, o un gestor de procesos comunicativos, encargado de visualizar dinámicas y fenómenos de todo orden.  En otras palabras, debe ser un traductor de mundos.  
Un latinoamericano en cambio, es un habitante del segundo continente más grande del planeta, con la salvedad de que hace parte de la fracción que habla español o portugués (claro está, que esta es una definición bastante reduccionista).  Pero ser comunicador y además ser latinoamericano es casi como una tercera categoría, porque implica responsabilidades con el territorio y con su cultura.  Es prácticamente una forma de ver,  determinada por características de tipo social, que depende de un contexto cultural único, que no debería tamizarse a través de los ojos de Europa o América del norte.    Básicamente, el enfoque y el perfil de quién así lo sea (comunicador latinoamericano), determinará su método. Y así las cosas, no deberíamos tener oportunidad de adquirir costumbres prestadas, sin antes hacer una revisión de lo propio para no caer en la repetición (generalmente incorrecta).  Latinoamérica es un territorio pletórico de opciones, una amalgama de riquezas y oportunidades, es por ello que la pertinencia de las palabras de Martín Barbero renuevan fuerzas, toman impulso, porque de hecho y parafraseando a este pensador el problema no está en las teorías foráneas desarrolladas sino en el hecho de que los latinoamericanos las utilizamos acríticamente sin adecuarlas al contexto en el que se vive[2].   La identidad latinoamericana está definida por una transculturación, una serie de fusiones culturales que la han pluralizado, y en ese mismo sentido, la han convertido en un conjunto de tipologías y particularidades  que juntas conforman una identidad colectiva que debe ser respetada, exaltada y estudiada. 

Ahora bien, si el comunicador latinoamericano (asumiendo las siguientes líneas como una visión un tanto utópica por mi parte de la situación) es entrenado desde su formación más pura en el desarrollo de una consciencia social coherente con su contexto, el valor que se le dará a la información desplegada por él, y por sus semejantes no cojeará por la falta de horizontes o enfoque, y puede que aquellos que legitimen su conducta y sus resultados, den paso a una nueva forma de concebir  la cultura y la memoria de los territorios, con todos sus avatares y alternativas.  La idea de la comunicación entonces también se modificará, pues no será cuestión solamente de hacer rentable el ejercicio informativo, se valorará la experiencia y se reconocerá la diferencia como eje creativo  en el desarrollo social, donde las dinámicas informativas no serán unilaterales.   En este sentido me remonto al fragmento de los oficios del comunicador donde Jesús Martín Barbero habla acerca de la apropiación y la creatividad como formas de activación de la cultura a través de la comunicación, de modo que el comunicador disuelva la privatización de la vida, y genere dinámicas donde pueda activarse lo que en el público hay de pueblo[3], de hecho, me parece que la relación propuesta en diarios de comunicación entre comunicación y diseño, y  las ideologías profesionales aplicadas al comunicador (empleado, investigador, animador o promotor y artista o creador) que plantea los oficios son articulables, en el sentido de que es a través de la creación y la proposición que comunicar puede llegar a convertirse en ese espacio de discusión constructiva, donde se deje de lado la desinformación generalizada, y donde el pilar de sus acciones sea el conocimiento real de las sutilezas y matices de cada país, de cada territorio, para hacer apología a la definición de cultura, que no es otra cosa que las preferencias adquiridas y aprendidas por un grupo de personas, habitantes de regiones con determinada situación geográfica, contexto y etnia.  Finalmente, la transformación de los comunicadores de intermediarios a mediadores es fundamental para que todo lo anterior obtenga solidez, y  para que la puesta en escena de sus saberes llegue a ser realmente significativa a todos los niveles posibles.



[1] CIFUENTES, Andrés.  Diarios de comunicación sin motocicleta. Prólogo.  Bogotá: Intergráficas S.A., 2011.  Pág. 10
[2] Ibid., Pág. 22
[3] MARTÍN BARBERO, Jesús.  Los oficios del comunicador.  Signo y pensamiento 59.  Volumen XXXI.  Julio – Diciembre de 2011.  Pág. 33

jueves, 24 de abril de 2014

¿Y SI YO SOY EL PROBLEMA?



Existencia es lo que nunca es objeto; es el origen a partir del cual yo pienso y actúo, sobre el cual hablo en pasamientos que no son conocimiento de algo: 'existencia' es lo que se refiere y relaciona consigo mismo y, en ello, con su propia trascendencia. (Jaspers, Filosofía)[1]

 Años atrás, un profesor de biología me dijo que un problema no lo es, si no tiene solución, pero ¿Y si yo soy el problema? Entonces quizá tengo la solución en mis manos.  Lo cierto es que  a lo largo de mi vida me han dicho y he escuchado cientos de  exhortaciones que apuntan al mismo cuestionamiento.  Sin embargo, creo que la verdadera pregunta es por qué formulamos este interrogante, y bajo qué condiciones lo hacemos.  Generalmente sucede cuando cometemos errores.  Ese fragmento humano consciente de su existencia como una experiencia de vida que se apoya en la angustia, y que bajo su manto de auto-conmiseración nos lleva a concluir que fuimos arrojados al mundo, es la causa y el efecto,  precursor de nuestras crisis de consciencia.  Durante este trance crítico cuestionamos el influjo que ejercemos sobre las condiciones e indagamos cuidadosamente acerca de qué tanto o qué tan poco entorpecemos determinada situación o actividad.  Si nuestro comportamiento un día desencadena el rechazo de terceros, y comenzamos a sentirnos como la pieza que desencaja,  la frustración nos hará preguntarnos: ¿Y si yo soy el problema? Y bajo estas circunstancias lo mejor será reformular el interrogante, para así establecer cuál es el problema, y no quién.  

Sin embargo,  cuando es indispensable responder, porque  así lo requiere la ocasión, lo mejor será definir bajo qué contexto  se desarrolló (o generó) el problema.  Bien podríamos generalizar un poco, y recapacitar: No causé el daño ambiental que hoy respiro, ni destruí la capa de ozono; no provoqué el hundimiento del Titanic, ni  convencí a Alemania de atacar a Polonia para que Francia declarara la guerra a los nazis; no causé el Tsunami que azotó a Japón, o la contratación de los Nule, y mucho menos fui el origen del reciente temblor cuyo epicentro fue Cúcuta, pero que como daño colateral, se sintió en Bogotá.  Así las cosas, y solo  como un ejercicio sano, cuyo fin sería recrear un ambiente libre de culpas, podríamos afirmar abiertamente que al no ser parte activa del problema, de ningún conflicto que degenere el bienestar social o cultural de nuestro entorno, simplemente no lo somos, y felizmente concluir diciendo: no soy el problema.  Más, hay algo que sí debemos poner en consideración, incluso a riesgo de contradecir todo lo antes escrito, y es que cada uno, como ser independiente tiene control sobre su propio mundo, y que ese microcosmos, tendrá el poder de afectar directamente a todo el que decida involucrarse y permanecer cerca.  Esto lo comento, porque creo necesario esclarecer el hecho, y darle valor a la pregunta en términos particulares, tal y  como está formulada: desde el yo, y dirigida al yo.  De modo que la respuesta atañe al yo, aunque pueda traer repercusiones, no importa si positivas o negativas para algún tercero colado en nuestra versión de mundo. 


[1]  EL EXISTENCIALISMO. La Existencia.   Recuperado el día 2 de marzo de 2012  en: http://filosofia.idoneos.com/index.php/350148 

miércoles, 23 de abril de 2014

SANTANDERCITO: UNA BREVE INTRODUCCIÓN

Cómo podría redactarse un texto referente a un lugar específico que prácticamente nadie conoce porque no aparece en el mapa.  Puede que fuesen necesarias muchas palabras descriptivas como grande, verde, florido o sinuoso, para que al menos de forma exigua  la imagen que pretendemos dibujar párrafo tras párrafo se parezca a la realidad.  Esto, claro está, intentando no exagerar en los detalles, y mucho menos reduciéndo la realidad a una mínima expresión poco literaria.  Sin embargo, como lo que pretendemos no es que usted, señor lector se quede con lo poco que podamos contarle aquí, buscaremos a continuación animarlo para que goce cada frase, y de paso, sean sembrados en usted los deseos de visitar este pequeño fragmento de Colombia, que por primera, segunda, tercera o cuarta vez, florece ante sus ojos.  Permítanos entonces presentarle en algunos párrafos a Santandercito, una pequeña porción de tierra colombiana ubicada muy cerca de Bogotá, que contrario a lo que pensarían todos los que siguen la consigna de "Publicar S.A.", aunque no aparece en las páginas amarillas, sí existe, y pese a no estar dibujada en una convención y con letras pequeñitas en nuestro apreciado mapa, si está reseñada por Internet en Wikipedia, y en alemán.

Por su homófono nombre con otras divisiones políticas del país y por referencia "territorial" o contexto nacional, no sería desatinado inferir para un conocedor de la división política de la nación o para cualquier colombiano habitante de otra zona del país, que Santandercito es un lugar recóndito emplazado en las laderas y valles de cualquiera de nuestros Santanderes.  Sin embargo, sería incorrecto geográficamente ya que tanto Santander como Norte de Santander hacen parte del nororiente del país, en la región Andina, mientras que Santandercito se ubica dentro del departamento de Cundinamarca (centro del país), a escasos 90 minutos de Bogotá, nuestra ciudad capital.

Estructuralmente se dibuja como cualquier otro pueblo del país, con un parque central donde se levanta una fuente bastante particular, algunas casas muy coloridas sin estilo arquitectónico específico a su alrededor y una iglesia pequeñita (el colegio está un tanto alejado de este punto de confluencia).  Ahora es tiempo de que usted se pregunte ¿Qué lo hace diferente? Para responder a esta pregunta aportaremos a la visión que seguramente comienza a bosquejar mentalmente un dato a nuestro parecer característico y singular: el templo posée un valor agregado.  La Iglesia Nuestra Señora del Carmen fue tallada de una ÚNICA piedra gigante que nuestros antepasados indígenas emplearon como "santuario" para la puesta en escena de diversos rituales y sacrificios religiosos, lo que indicaría que su uso "de lugar" (e incluso podríamos hablar de su "memoria urbana) no se ha alterado hasta nuestros días y que por ende, conserva en sus paredes de gélida roca historias grabadas en su ígneo corazón.  Ahora es su turno de verificar si en Colombia existe un templo con iguales condiciones o características similares, pero nos adelantaremos al hecho y con gran osadía articularemos un rotundo NO, porque a nuestros ojos éste espacio ceremonial es único. Dicho lo anterior, y por el simple hecho de que  no queremos que se entere usted de cada detalle de nuestro amado pueblo por vías escritas u orales daremos fin abruptamente a este relato pues, preferimos que usted mismo verifique con sus propios ojos y el resto de sus sentidos que lo que escribimos es real.  Lo invitamos entonces a que recorra el país como en su momento buscó que lo hiciera el programa de promoción turística "vive Colombia, viaja por ella", y encuentre este pueblo perdido en el tiempo y el espacio, para que lo disfrute a sus anchas.  Venga a visitarnos.  Santandercito se complacerá en hacerlo partícipe de su existencia. 

martes, 22 de abril de 2014

DE LA AMATISTA GRIEGA, A LA SOBRIEDAD: La experiencia alcohólica desde la perspectiva de una chica abstemia



EL EXCESO DE ALCOHOL ES PERJUDICIAL PARA LA SALUD
 LEY 30 DE 1986

(6) Dad la cerveza al desfallecido, Y el vino a  los de amargo ánimo: (7) Beban, y olvídense de su necesidad, Y de su miseria no más se acuerden. (Proverbios 31; 6)
 

Me gustaría fingir tan sólo un segundo,  que todo en la vida es sencillo, y que gracias a su cualidad simplista se desarrolla conscientemente.  Que los problemas se resuelven solos, y que por ello no hay necesidad de ahogarlos  en el fondo finito de destilados transparentes, piscos, rones, whiskys, vodkas o cervezas.  Pero mis deseos y expectativas se quedan cortos con respecto a la realidad, y veo con tristeza dipsómanos[1]   delirantes, atrapados en las destructivas garras de aromas frutales y sabores especiados; del etanol transformado  en Nepente[2], libertador  de memorias, silenciador  de recuerdos. 
De vez en cuando me pregunto si la ilusión de olvido provocada por la embriaguez es suficiente para limpiar el alma.  Si en realidad la cepa del chardonnay,  o tal vez la sutileza de las almendras maceradas del Amaretto,  junto con el  continuo movimiento del líquido,  son capaces de recorrer el cuerpo y barrer a su paso con la angustia, la zozobra y el dolor causados por  eventos miserables.  Esos sucesos infelices  que sumados con la esencia misma del ánimo, rompen con el status quo, y producen la inminente necesidad de ingerir  jerez, kirsch u oporto.  Así las cosas, supongo que sería práctico y al mismo tiempo benéfico para nuestra era que los griegos hubieran tenido razón con respecto a los favores atribuidos a  la amatista.  Ellos pensaba que aquel que ingiriera bebidas alcohólicas podría evitar la borrachera si antes de beber ubicaba metódicamente un fragmento de la piedra bajo su lengua, considerando dicho cuarzo como un talismán anti-embriaguez.  Sin embargo, no funcionaba entonces, y si se nos ocurriera hacer lo mismo hoy, tampoco obtendríamos buenos resultados, sino las mismas horas de desequilibrio inconsciente, seguidas de lo que comúnmente denominamos guayabo, que no es más que un minúsculo síndrome de abstinencia sufrido por el organismo durante el proceso que precede la sed de vino: su lenta desintoxicación. 
Fuera del círculo, de pie sobre la fina línea que  ha mantenido toda mi vida abstemia, y como una simple espectadora me percato de que en el puesto donde la resaca debería dimitir y dar paso al hombre nuevo, libre de derrotas autobiográficas y resentimientos, veo cuerpos inspirados por la locura ritual y el éxtasis de Baco,  cuyas funciones mentales y motrices  han sido depauperadas.  Reflejos bajos, confusión, desinhibición exagerada, balanceos ralentizados y hasta acontecimientos nefastos llamados eufemísticamente accidentes. Este estado soporífero se extiende, rompiendo las barreras de la sobriedad y aletargando al hombre, que sintiéndose  todopoderoso y súper capaz, confunde sus límites y se transforma, cual versión contemporánea del doctor Jekyll y el señor Hyde, haciendo una extraña y alicorada apología involuntaria  a la metamorfosis tan interesantemente descrita por Robert Louis Stevenson en 1886, sólo que esta vez, no es mera ficción.   
A manera de cierre debo poner en consideración mis pensamientos, ya que opino que no  importa si denominamos a este período  de intoxicación cogorza, moña, tranca, tablón, turca, curda, juma o jumera, porque al final el resultado será el mismo, y ni la fantasiosa virtud de la amatista griega, o el seudo control del borrachín producirán los efectos deseados.  Las  bondades del néctar etílico  son un tanto menores de lo que se cree, ya que no solo libera al ser normal mediante una fuerte enajenación inducida, sino que  su mayor consecuencia, es la muerte. 


[1]  Sinónimo de alcohólico, ebrio, bebedor, borracho.
[2]  Se trata de una bebida que los dioses empleaban para curarse las heridas o aliviar el dolor y que además producía amnesia.