Este blog surge a partir de la necesidad de desarrollar un diario de campo cuyo contenido gire en torno a las experiencias de las intervenciones grupales llevadas a cabo dentro del proyecto de mejoramiento de habilidades comunicativas y fortalecimiento de habilidades blandas que estoy desarrollando con un grupo de estudiantes de noveno grado.
lunes, 30 de enero de 2017
Observaciones acerca del desarrollo de un grupo de estudiantes de grado 7º
TEORÍAS
DEL DESARROLLO VERSUS OBSERVACIONES
Existen
un sin número de enunciados y teorías desarrolladas con respecto a lo que
significa la adolescencia. Sin embargo,
en aras de generar una base conceptual más bien clara para este trabajo en particular,
se tomará como referencia la definición propuesta por Papalia (2012) quien anota
que la adolescencia es la transición que se da entre la niñez y la adultez y
que se caracteriza por los diferentes cambios tanto psicosociales, como
cognoscitivos y físicos que experimenta un organismo humano.
De todas estas transformaciones que ocurren de
repente en el rango de los 11 a los 19 o 20 años de edad aproximadamente, las
más evidentes son las manifestaciones físicas que indican niveles de maduración
sexual y que hacen parte del proceso puberal. Estas se caracterizan porque los órganos
necesarios para la reproducción tanto en hombres como en mujeres aumentan en
tamaño y maduran (características sexuales primarias); de igual forma, empiezan
a hacerse evidentes signos de masculinidad y femineidad manifiesta como el
ancho de los hombros en el caso de los machos, y los senos o las caderas amplias
en las féminas (características sexuales secundarias). Todas estas vicisitudes físicas son el
resultado de la producción de distintas hormonas que inician su trabajo en
etapas anteriores a la adolescente y que desencadenan la aparición de los
principales signos de la pubertad que a un nivel social castizo y coloquial
representan en todo su esplendor la madurez sexual, esto es: espermaquia en el
caso de los hombres y menarquia, para las mujeres. Ambos términos indican el inicio de dos
acontecimientos relevantes: la primera eyaculación de un niño, y la primera
menstruación de una niña respectivamente,
hechos que coincide en cualquiera de los casos con el bien llamado estirón de crecimiento. Pero la metamorfosis no termina ahí. El proceso en general conlleva también a una variedad
de cambios a nivel emocional y perceptivo que desarrollan la transición de una
serie de divergencias psicológicas que repercuten ampliamente en el resultado
último de este desarrollo: el alcance de una sana adultez. Es preciso
entonces destacar diversos planteamientos de autores disímiles que apuntan a
esta etapa tan importante del desarrollo, y cuyas ideas abarcan y enmarcan no
sólo los avances cognitivos que se dan, sino las búsquedas que se suscitan
continuamente con el objetivo de construir un yo. A continuación se abordan
algunos de estos autores y sus teorías, y se contrastan con las observaciones
realizadas durante este proceso.
Erick
Homburger Erickson planteó la existencia de varias etapas epigenéticas[1]
del desarrollo psicosocial. Estas etapas
se derivaron en un principio de las etapas psicosexuales de Sigmund Freud, pero
el autor las evolucionó al considerar el desarrollo del yo dentro del contexto en el que cada individuo se
desenvuelve. Esta interacción directa es
lo que permite de acuerdo con Erickson la formación del sentido claro de quién se es y qué espacio se ocupa dentro de un marco ambiental y cultural,
abarcando una progresión de desarrollo que inicia en la infancia y termina en
la vejez, y que claramente se da también durante la adolescencia. A continuación se reproduce una tabla en la
que se puede tener una noción más clara de la
crisis del yo en el ciclo de la vida plateada por Erickson, y que está
dividida en los cuatro estadios de la vida en las que se presentan.
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Crisis del yo en el ciclo de la vida.
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|||
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Infancia
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Niñez
|
Adolescencia
|
Adultez
|
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1. Confianza versus Desconfianza (oral)
2. Autonomía versus vergüenza y duda (anal)
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3. Iniciativa versus culpa (fálica).
4. Laboriosidad versus inferioridad (latencia)
|
5. Identidad versus confusión de rol (genital
temprana)
|
6. Intimidad versus aislamiento (genital).
7. Generatividad versus estancamiento.
8. Integridad del yo versus desesperanza
|
Tabla tomada de: Sollod, Wilson & Monte,
2009, pp197.
Dado que
el tema que atañe a este escrito en específico es la adolescencia como tal y
las relaciones entre la observación realizada durante el ejercicio de la
bitácora, así como las teorías seleccionadas para verificar si se dan dentro
del contexto elegido, la atención se centrará en la adolescencia y la
adquisición de un sentido de identidad versus un rol.
De acuerdo
con Erickson al finalizar la niñez el niño (o niña) ha adquirido lo que
denominó un sentido de laboriosidad
que lo prepara para que en su etapa adolescente desarrolle el sentido de su
identidad propia, esta es sin ir mucho más allá la base sobre la que se
construye el yo. Según el autor, en esta etapa psicosocial el
joven en desarrollo genera una especie de retroceso en donde vuelve a
experimentar las batallas libradas durante la niñez, pero a diferencia de esta,
los enfrentamientos que se dan se producen en contra de adversarios
inexistentes, pues aparentemente el período que abarca la transición
adolescente no es otra cosa que un juego de interpretación de roles, donde el
rol vencedor será el resultado de la identificación de estados anteriores, de
manera que las experiencias críticas de la infancia, la niñez y los años
escolares se combinan para convertirse en un todo estable. Y ciertamente
cuando se realiza una observación de la realidad de muchos jóvenes y jovencitas
las teorías de Erickson parecen cobrar vida y se escenifican. Entre los muchachos y muchachas del grupo 7º del colegio (...) claramente se nota que gran parte de estos individuos
se esfuerza diariamente por encajar dentro de un subgrupo (por eso la tendencia
del maquillaje, los pantalones entubados, la música hip-hop, las perforaciones,
y hasta el consumo de sustancias psicoactivas entre otros). Son decisiones que tomaron seguramente
creyendo poder identificarse con las particularidades de estos clanes. Si sus elecciones constituyen una decisión
acertada, no es claro, especialmente porque muchos de estos sujetos han sido
obligados por su propia realidad a vivir ciertos acontecimientos, pues el
reclutamiento de adolescente por
pandillas del sector a la salida de la institución es el pan nuestro de cada día.
Entonces, sobrellevando una crisis de identidad, y teniendo como única
opción la droga, la violencia y el hurto, estos jóvenes y jovencitas terminan
hallando a su sí mismo en medio de la
perdición del sector. Este hecho
encuentra un sustento teórico cuando se mira desde una perspectiva diferente a
la de Erickson, como por ejemplo la teoría cognitivo-social de Albert
Bandura que considera que “las personas actúan sobre el ambiente y a la vez son
influidas por la forma en que lo entienden” (Sollod et al., 2009). Bandura propuso una interacción a la que
denominó determinismo recíproco triádico,
que consiste básicamente en un juego de
relaciones de tres elementos que pueden influirse mutuamente. Los elementos de esta triada son: la
consciencia y el pensamiento de la persona, la conducta en curso de la persona
y el ambiente de la persona, y dado que cada una de estas características tiene
el poder de modificar a las otras dos, no sería errado pensar que la realidad y
el contexto de todos y cada uno de estos muchachos es lo que finalmente ha
contribuido a su toma de decisiones con respecto a la búsqueda de su
identidad. Por esta razón desde el punto
de vista de este autor es tan relevante el aprendizaje por observación, mediado
constantemente por procesos perceptivos y cognitivos que devienen de la
imitación de lo que se ha observado que
otros han ejecutado, y cuyo reforzamiento no directo (reforzamiento
vicario) los lleva a realizar las mismas acciones. Entonces de una u otra manera el ambiente y
las relaciones establecidas por una buena parte de estos adolescentes es modelado, lo que implica que su conducta
ha sido influenciada por la demostración, por lo que no se les puede culpar (al
menos no totalmente) cuando cometen ciertos asaltos que van en contra de las buenas enseñanzas que dentro de
contextos diferentes se aprenden. Un
ejemplo claro de esto es que dentro del salón de clases hubo un robo no hace
mucho. Un joven hurtó el celular de su
compañero, lo que provocó el llamado de agentes de la policía y el cierre
inmediato del salón de clases. Al final
de la requisa realizada por la autoridad, el celular fue encontrado y el
muchacho (un joven de 14 años) judicializado (dentro de los parámetros que
permite la ley). El muchacho fue
retirado por su acudiente de la institución inmediatamente después de
presentarse el hecho. La pregunta que
surge a raíz de este tipo de acciones es ¿Se puede culpar a este muchacho de
sus actos delictivos teniendo en cuenta que: 1) su cerebro en desarrollo no le
permite aún inhibir ciertos comportamientos, 2) se encuentra en una crisis de identidad y 3) ha aprendido de
su contexto a realizar este tipo de acciones? Y no es cuestión de justificarlo
por ser un adolescente, pero es claro que en este punto se entra en una
encrucijada, porque aunque las leyes de la sociedad impiden públicamente
ciertos modos de actuar y de convivir, no se tienen en cuenta muchos de los
factores que generan influjos contundentes en las etapas formativas de estos
organismos en desarrollo. Y es que más allá de sobrecogerse ante la realidad,
es importante tener en cuenta que no siempre se busca superar obstáculos para
conseguir ser un individuo autoeficaz al
mejor estilo de los postulados de Bandura, lo más claro hasta aquí es que no
todos los procesos se llevan a cabo de igual manera en cada caso, por lo que
existe la posibilidad de que cada teoría sea cierta bajo un contenido social y
una situación determinados. Sin embargo,
los autores tienen mucha razón en darle importancia al contexto, valorando lo
que representa para cada sujeto, porque claramente no se puede ser
reduccionista cuando de desarrollo se trata.
Y precisamente por esto, porque el desarrollo no depende única y
exclusivamente de parámetros biológicos o limitados al área de interacción
social más cercana, es que existen perspectivas contextuales, que sostienen que
“el individuo no es una entidad separada que interactúa con el ambiente, sino
que es parte inseparable de este” (Papalia et al., 2012). La teoría bioecológica
de Urie Bronfenbrenner se desarrolla dentro de sistemas que contienen a otros
sistemas, de manera que cada uno tiene un nivel de influencia sobre el
individuo. Pero no se trata aquí de un
único contexto, sino de múltiples contextos
que van desde un microsistema
(entorno cotidiano del hogar, escuela o trabajo), hasta un macrosistema
(esquemas culturales), incluyendo a la cuarta dimensión como el quinto
sistema involucrado. Entonces, si se
busca examinar todas las vertientes del desarrollo de un sujeto, es importante
no sucumbir ante la idea de que su formación es sólo cuestión de lo que los
padres hicieron con éste en su núcleo, porque el desarrollo en este sentido es como
la ampliación de hondas producida por una roca al caer en un lago que al romper
la tención superficial las genera, mientras estas se abren a lo largo y ancho
del agua. Entonces, aunque la
turbulencia se origina en un punto específico, existe una clara expansión
alrededor de este centro. Lo más
importante al tomar como base esta teoría, es que permite la interpretación de
los distintos datos adquiridos, porque no se aplica de igual forma a personas
de otras sociedades o grupos, por lo que el grado 7º de la Institución
Educativa (...) es un caso específico cuyas
particularidades son únicas. Habría que
entrar a analizar un poco el microsistema
de cada estudiante, pero varias de las características existentes coinciden en
muchos de los casos a saber: se trata de una localidad al sur de la ciudad, en
un barrio donde la delincuencia juvenil marca la parada. Es una zona urbana compuesta por familias que
han sido desplazadas de otros departamentos por la violencia del país y debido
a los grupos armados al margen de la ley.
Hay un alto número de familias monoparentales (bien sea por abandono o
muerte); familias donde alguno de los padres se encuentra recluido en alguna
cárcel, etc. En general, es una zona
donde una amplia multiplicidad de contextos se extiende, y que por extensión,
posee un macrosistema algo diferente
al del resto de la ciudad de Bogotá.
Todo lo anterior es permeado, absorbido e interiorizado por estos
jóvenes en proceso de desarrollo. Pero
siempre hay algunas excepciones a la regla, pese a las carencias afectivas, al
entorno deteriorado y a la realidad doliente, existen casos que bien vale la
pena nombrar, como Lorena y todos aquellos que hacen parte de un reducido grupo
de estudiantes que dentro de los estados
de identidad propuestos por James E. Marcia, han pasado por una crisis poco
duradera que los ha llevado al logro de
la identidad, generando un compromiso auto-impuesto hacia sus propias
metas. Es cierto que Marcia también
habla de estados menos deseables, como la exclusión
(compromiso con la crisis), la moratoria (crisis
sin compromiso) y la difusión de la
identidad (donde no hay compromiso, ni tampoco crisis), pero dada esta
primera categoría que demuestra un cierto grado de aceptación y realización
propia por parte de estos adolescentes, es importante resaltar que sí existe la
posibilidad incluso habiendo nacido y crecido en un contexto difícil, de salir
adelante cuando se tiene algún tipo de soporte.
En el caso de los muchachos y muchachas cuya actitud se enfoca en la
obtención de metas, el punto en común es precisamente el apoyo de sus
progenitores; se trata de niños que fueron criados con amor a pesar de las
circunstancias, convirtiéndose así en fuentes de validación externa de sus
propias búsquedas a futuro, lo que se cristalizará (al menos en teoría) en una
personalidad madura y saludable.
Ahora
bien, la peculiaridad que concuerda en prácticamente cualquier teoría que aborda
a la adolescencia es que se trata de una etapa de tránsito en donde el
individuo se pregunta ¿Qué es? Pues al no poder referirse a sí mismo como niño
o como adulto, surge un sinfín de inconvenientes emocionales y puede que de
allí germinen todos los conflictos que hay que adolecer durante la adolescencia.
Muestra de ello es que autores como Gordon W. Allport por ejemplo
pensaron en esta etapa como un período durante el que deben aceptarse
sentimientos, necesidades y pensamientos
que de alguna forma fundamentan todos aquellos esfuerzos que se convertirán en
su yo real. En el caso de Allport específicamente se
habla de un esfuerzo proprium[2],
la lenta evolución del sí mismo:
“La
búsqueda de identidad se revela en la forma en que el adolescente prueba
diferentes máscaras. Primero desarrolla
una línea de conversación y luego otra, un estilo de peinado y luego otro
(siempre dentro del ámbito permitido por el grupo de pares). Imita a un héroe y luego a otro. Continúa su búsqueda de un atuendo que encaje. Lo que en realidad quiere todavía no está del
todo presente: su personalidad adulta” (Allport, 1961, p. 125, citado por
Sollod et al., 2009).
Al final
no importa si se mira desde la perspectiva psicosocial (Erickson), el
aprendizaje social (Bandura), el punto de vista contextual (Bronfenbrenner), la
teoría humanista (Allport) o el
desarrollo biológico neto, lo que es totalmente cierto e innegable es
que la adolescencia es un proceso largo y algo tedioso, en donde se toman
decisiones fundamentales que al final repercutirán en la vida del futuro
adulto.
CONCLUSIONES
A partir
de las observaciones realizadas y su posterior contrastación con las diferentes
teorías que se abordaron es posible concluir que aunque todas las perspectivas
teóricas postulan axiomas que tienen gran validez, no es posible evidenciar
resultados favorables en determinados contextos. La razón es sencilla: cada uno de los autores
de las diferentes teorías las formularon bajo condiciones contextuales bastante
diferentes a las que existen en Colombia, Bogotá, Bosa, Bosa Carbonell, Colegio (...), Grupo 7º. Aunque
claramente existen coincidencias que validan los postulados, es difícil
generalizar en tanto a los corolarios aparentes del desarrollo de cada uno de
los individuos estudiados, porque
como bien se dijo al principio, se trató de un grupo de séptimo donde existen
varios casos de extra-edad, lo que de antemano supone una diferencia
fundamental en términos del tiempo y el proceso de desarrollo mismo. Si bien es cierto que la adolescencia es una
etapa, también es válido asumir que el proceso de adolecer dicho período
también posee sus propias sub-etapas.
Además, y tomando como referencia la teoría bioecológica de
Bronfenbrenner, se hace necesario evaluar no sólo las actitudes de los
muchachos y muchachas dentro del aula de clases (microsistema), sino también
poner sobre la mesa un mesosistema (interlocutor entre sistemas) que permita
observar con mayor detenimiento las interacciones que se dan entre los
diferentes actores y escenarios, de manera que se pueda llegar a comprender el
¿por qué? de las acciones y conductas que llevan a cabo muchos de estos jóvenes
y jovencitas.
Nota final: En términos generales y al menos a un nivel
físico y biológico los adolescentes de ahora parecen vivenciar las diferentes
etapas de desarrollo y madurez sexual que registra la literatura médica. Sin embargo, es importante mencionar que en
los últimos años (posiblemente debido a los cambios que también se han sufrido
en los diversos contextos), las edades en las que aparecen estas
transformaciones se han reducido presentándose con frecuencias antes de lo
esperado.
[1] Desde la biología determina una secuencia que se da paulatinamente
en el desarrollo y que está genéticamente dispuesta, pero que requiere de
condiciones ambientales específicas para llegar a término exitosamente.
[2] Término de Allport para el sí mismo; consta del yo corporal, la
identidad del sí mismo, autoestima, extensión del sí mismo, autoimagen, el sí
mismo como una entidad racional, esfuerzo proprium y el sí mismo como
conocedor. (Sollod et al., P. 263)
Análisis de observaciones realizadas sobre un grupo de grado séptimo
ANÁLISIS DE LAS
OBSERVACIONES
“El niño acepta los ‘roles’ y actitudes de
los otros significantes, osea que los internaliza y se apropia de ellos. Y por esta identificación con los otros
significantes el niño se vuelve capaz de identificarse él mismo, de adquirir
una identidad subjetivamente coherente y plausible” (Berger & Luckmann,
1986).
La frase
que consigno a manera de epígrafe sirve de introducción a este análisis por una
sencilla razón: todos, sin importar quienes seamos, hemos experimentado un
proceso de construcción de la identidad.
Este es un hecho que no ha pasado inadvertido durante las sesiones y se
hace especialmente evidente en el registro de las observaciones realizadas a
los diferentes grupos del Colegio (...), y es que quien lea
atentamente las distintas narraciones que escribí, se dará cuenta de que estos
niños y niñas han entrado de lleno en el proceso de desarrollo de su yo social;
esto es, su propio juego de roles (como estudiantes, miembros de su familia,
etc.), y por extensión han iniciado la construcción de su identidad grupal. Comenzaré
mi análisis haciendo algunas anotaciones que considero relevantes:
Un rasgo
importante y particular que pude observar fue que los pequeños grupos creados
dentro de los diferentes grados se caracterizan porque los y las miembros de cada
uno se encuentran experimentando prácticamente la misma fase de
desarrollo. En el caso de las niñas, por
ejemplo, si se trata de un clan de
tres, las tres chicas poseen básicamente la misma estatura, senos en desarrollo
y su necesidad por maquillarse parece ir en aumento. Esto contrasta con los grupos de niñas que
todavía parecen encontrarse en etapas anteriores, pues en principio sus
agrupaciones son flexibles (permiten nuevas inclusiones con mayor facilidad), y
poseen un carácter colectivo más dócil que el de sus pares de mayor edad. Las niñas cuyo desarrollo sexual es más
evidente parecen ser más selectas y ya no ven en los adultos (docentes en este
caso) fuentes de autoridad o individuos
protectores, sino que ante cualquier tipo de situación en la que se sienten agredidas o vulneradas (aún si no lo están siendo), responden negativamente
casi de inmediato.
Los
adolescentes mayores actúan sin medir las consecuencias de sus actos. Los varones de los diferentes grupos se
golpean entre ellos sin razón aparente, en muchas ocasiones causando lesiones a
sus compañeros. Sin embargo, no parece
que los jóvenes perciban estos comportamientos como agresivos, contrariamente
se podría afirmar que se trata de una especie de muestra afectiva, y es que su crianza, cultura, contexto y
claramente la educación misma que se les imparte les han servido a estos individuos
como la base sobre la que asumen la vida y en este caso específico: el colegio,
su proceso educativo. Cuando se habla
con ellos y ellas, se puede notar que poseen pocas aspiraciones académicas, y
muchos responden de forma grosera y renuente ante las prácticas escolares,
enfáticamente sobre todas las que tienen que ver con su rol de estudiantes (llegando
a afirmar que “no quieren aprender”, que “no necesitan estudiar”, entre otras
cosas). Esto me recuerda una frase del
libro de Berger y Luckmann “…el niño de clase baja no solo absorbe el mundo
social en una perspectiva de clase baja, sino que lo absorbe con la coloración
idiosincrásica que le han dado sus padres”, en otras palabras, estos chicos
actúan con base en lo que socialmente
han aprendido.
En este
punto parece pertinente agregar una noción de identidad que, pese a no hacer
parte de las teorías psicológicas sociales, sí se consolida como un postulado
importante en cuanto a la construcción del yo.
Me refiero a Erickson y a sus planteamientos con respecto a las crisis del yo que se generan durante la
búsqueda de un sentido de identidad, en el caso de la edad que nos concierne
(dadas las observaciones): sentido de
identidad versus confusión de rol. Esto
puede equipararse precisamente con el desarrollo
del yo planteado desde la psicología social y que abarca los roles que
asumimos, las identidades sociales que formamos, la cultura que nos rodea, nuestros
éxitos y fracasos, entre otros. Se dice
que durante esta etapa las personas jóvenes exploran gran diversidad de
oportunidades con el fin de elegir entre diferentes roles experimentados para
descartar caracterizaciones distintas y elegir un papel final. El riesgo posterior a esta exploración de
sucesos y acciones es que se puede no
generar un yo con el que los futuros adultos se identifiquen plenamente, y
siendo estrictos, tal vez por esta posible
dificultad de hallarse a sí mismo, Erickson planteó no sólo características
positivas, sino también algunas negativas que se dan en esta fase de la
vida. Esto es cierto grado de
“…hostilidad desdeñosa y presuntuosa hacia los roles que la familia o la
comunidad inmediata sugieren como apropiados y deseables” (Erikson, 1959,
Citado por Sollod, Wilson & monte, 2009.
Pág. 203). Lo anterior está dicho
para enfatizar el que aun estando dentro de una institución educativa, la gran
mayoría de los muchachos y muchachas observados se distinguen precisamente por
ir en contra de las reglas, de las opciones que les brinda el contexto, de las
peticiones de sus padres y de sus maestros.
Es claro que en este momento de sus vidas aquellos jóvenes que han
llegado al punto de transición entre ser niños y convertirse en adolescentes,
están constantemente buscando opciones que les permitan ser y destacarse (sea
positiva o negativamente) dentro del grupo de pares cuyas percepciones
realmente les interesan. Por esto el
“pogo” (no bien visto ante los ojos de la autoridad escolar), el consumo, el
estudiante rebelde, el maquillaje, las perforaciones, los tatuajes, la música
(que a los adultos no les gusta); por esto la exploración de todo lo que está
prohibido y la constante búsqueda de algo
con lo que se puedan sentir cómodos y satisfechos. Y es que al final, de esto se trata la identidad social, de todo lo que se es dentro de un grupo que se
encuentra al interior de otro más grande, en contraste con todo lo que no se es, o como dirían Berger y
Luckmann (1986), se trata de asumir el mundo en el que viven los otros para
comprender procesos subjetivos momentáneos y hacerlos míos (objetivándolos), de
esto se trata la socialización.
Ahora
bien, en la observación del día 05 me dediqué a describir de manera breve la
situación emocional de dos niñas. Me
pareció algo importante a tener en cuenta ya que la prevalencia de la depresión
aumenta durante la adolescencia (Papalia, 2012), y porque indubitablemente las
razones que justifican respuestas como el cutting
ante la vida, tienen una relación directa con el contexto social y cultural del
individuo, así como sus experiencias tanto interiores como de interacción con
otros (bien sean familiares, personas ajenas a su núcleo o pares). Albert Bandura planteó que “las personas
actúan sobre el ambiente y a la vez son influidas por la forma en que lo
entienden” (Sollod, Wilson & Monte, 2009)[1]. Bandura propuso una interacción a la que
denominó determinismo recíproco tríadico,
que consiste básicamente en un juego de relaciones de tres elementos a saber:
la consciencia y el pensamiento del individuo, la conducta en curso que tiene y
el ambiente de la persona, y dado que
cada una de estas características tiene el poder de modificar a las otras dos,
se reafirma la idea de que el contexto y la realidad de cada uno de estos
muchachos, o mejor aún, su forma de asumirlos, son lo que en última instancia
ha contribuido con la toma de decisiones que hasta hoy han llevado a cabo con
respecto a la búsqueda de su propia identidad[2], porque la identidad
social no es más que un acto de reverberación, “el yo es una entidad reflejada,
porque refleja las actitudes que primeramente adoptaron para con él otros
significantes” (Berger et al, 1986).
. . . . .
Creo que
no es sencillo realizar un ejercicio de observación de personas y luego efectuar
un análisis sobre este, especialmente porque yo misma soy producto de una socialización primaria, es decir, he
tenido como tamiz mi propio entendimiento del contexto, partiendo de lo que otros significantes han hecho que
signifique el mundo para mí, por lo que mi yo
generalizado es muy específico y al compararlo con el yo generalizado de los individuos a los que
estuve observando, noto variaciones importantes, lo que muy seguramente me hace atribuir
razones a las conductas de estos muchachos y muchachas (que no necesariamente
son verdades). Lo social está tan arraigado, que por más que intento ver
objetivamente el contexto y analizarlo sin detenerme en incurrir en consideraciones
propias, no dejo de tomar como base mi propio conocimiento y experiencia para
explicar las razones del comportamiento de estos sujetos. Hasta aquí lo que he visto con cierto nivel
de objetividad es que la auto-identificación
de estos muchachos y muchachas ha logrado cierto nivel de estabilidad (no se
puede olvidar que se encuentran en proceso de desarrollo), sólo gracias a la
identificación que ellos mismos han obtenido frente a la generalidad que otros
sujetos les han brindado, eso implica que los diferentes roles que ejercen, se
vinculan directamente con ese proceso dialéctico que se gesta a partir del
momento en el que el niño existe, y que con el tiempo y la internalización
logrados (en la medida en la que su contexto y él interactúan), provee
conscientemente una identidad coherente para sí mismo, de manera que se ha
establecido en ellos (al menos desde la perspectiva de Berger y Luckmann) una
relación simétrica entre la realidad
objetiva y la realidad subjetiva.
CONCLUSIONES
A partir
de la observación realizada puedo concluir que en su gran mayoría los jóvenes y
jovencitas observados poseen patrones de conducta muy similares. Sin embargo, estos varían un poco en
concordancia con los subgrupos a los que pertenecen, esto claramente modifica
las expresiones tanto verbales como gestuales que utilizan, su forma de moverse
por el espacio y de interactuar con los otros.
Un ejemplo claro de esto son los grupos de niñas de edad superior (15
años máximo) a las que he observado, y en las que he notado una marcada
tendencia a maquillarse, mantener su cabello húmedo, tomarse selfies lanzando besos al aire, entre otras acciones. Muchas de estas actitudes hacen parte de los
rasgos de personalidad con las que son reconocidas, lo que contrasta como se
dijo anteriormente con otras agrupaciones que varían en edad y cuyos
comportamientos son completamente diferentes.
Se evidencia un deseo innato de agradar a sus pares, y tal vez por eso
comienzan a existir líderes y seguidores. A la mejor manera de los filmes
norteamericanos comienzan a vislumbrarse incluso aquí abejas reinas, y esto se vuelve más claro aún, cuando por alguna
razón estas chicas no asisten al colegio, y las demás se vuelven taciturnas, o
atienden mejor a las clases que se les imparten. Hace poco de hecho, dos niñas de un trío,
aceptaron abiertamente dicha situación.
Dijeron: ¡Nos portamos mejor cuando Ximena no viene!, lo que en
definitiva confirma el influjo que tienen entre pares estos jóvenes y
jovencitas.
En
cuanto a sus patrones de cooperación, parecen ser muy fieles a sus
agrupaciones, se defienden entre ellos y son capaces de enfrentarse unos a
otros para salvaguardar la seguridad de su grupo. Los valores que poseen son los que han
recibido hasta ahora de todas las vertientes contextuales en las que están inmersos
(su otro generalizado); son muchachos
y muchachas conflictivos, listos para integrarse a cualquier pelea si es
necesario (por eso se amenazan y se agreden continuamente de forma verbal y
hasta física). Cuando se trata de
resolución de conflictos, no poseen muchas herramientas pacíficas que les
permitan hablar y razonar sin previamente haberse insultado o golpeado.
Para
ellos y ellas (en su mayoría) las reglas no significan estándares
irrompibles. Al contrario, parecen
disfrutar al ir en contra de todo lo que les es impuesto. En muchos casos evidencian autonomía a la
hora de ejecutar acciones que desean, pero esta se diluye al tratarse de
cuestiones académicas. Su auto-concepto
y autoestima están en proceso de formación, muchos aún no se han percatado del
potencial que tienen y así mismo lo dejan ver en cada oportunidad (afirman no
poder hacer las cosas, se sienten incapaces ante los nuevos retos y antes de
dar batalla se rinden). No son
especialmente autónomos, a menos que se trate de cuestiones por las que sientan
algún interés (como el deporte, por dar un ejemplo).
Cuando
estos muchachos discuten y dan quejas,
se evidencian patrones de auto-referencia
que están fundamentados en sí mismos (lo que es completamente normal, teniendo
en cuenta que nuestro interés principal somos nosotros mismos). En tanto a sus “posibles yos”, existen deseos
y motivaciones, como para los futuros James. Estos
muchachos y muchachas están absortos en representar sus roles ceñidos a la
búsqueda de agradar a sus pares. Se identifican (parece) no como parte del
colegio (pues su sentido de pertenencia va más bien en contra que a favor),
sino como parte de grupos más pequeños, de los que asumen características
físicas (uso de pearcings, pantalones entubados, etc.) y comportamentales (tipo
de música que escucha, tendencias y gustos, expresiones que utilizan, entre
otros). Esta es su identidad social,
construida a partir de las comparaciones sociales que han hecho y de su propia
versión de la realidad.
En tanto
a su cultura y sus yos, parecen ser
interdependientes, pero sólo con su propio grupo de amigos, pues en general (y
dada la cultura misma del país), son entidades independientes donde las metas y
prioridades están definidas a partir de sus propias características.
Para
finalizar, y sólo porque considero que esta afirmación sirve de aglutinante
para el análisis realizado, volveré sobre mis pasos, terminaré como di inicio al
texto y citaré nuevamente a Berger & Luckman:
“El niño acepta los ‘roles’ y actitudes de
los otros significantes, osea que los internaliza y se apropia de ellos. Y por esta identificación con los otros
significantes el niño se vuelve capaz de identificarse él mismo, de adquirir
una identidad subjetivamente coherente y plausible” (1986).
REFERENCIAS
Berger, P. & Luckmann, T.
(1986). La construcción social de la realidad (cap III). 1ra ed. [ebook] Buenos Aires: Amorrortu.
Pág.164-227. Disponible en: http://aulas.uniminuto.edu/campus/mdl_201650/pluginfile.php/119224/mod_resource/content/2/Texto_6_BergerLuckmann_1986_CapIII1.pdf [visto el 10 de
noviembre de 2016]
Myers, D. (2005). Psicología
Social. Colombia: McGraw-Hill,
Pág.39-133.
Papalia, D., Feldman, R., Y
Martorell, G. (2012). Desarrollo Humano.
Duodécima edición. McGraw Hill/Interamericana Editores. Colombia.
Duodécima edición. McGraw Hill/Interamericana Editores. Colombia.
Sollod, R., Wilson, J., &
Monte C. (2009). Teorías de la personalidad – debajo de la máscara. Octava edición. McGraw Hill/Interamericana Editores. Colombia.
[1] Palabras más, palabras
menos, esta afirmación es consistente con las ideas de Luckmann y Berger con
respecto a la socialización y a la internalización del proceso, en donde
“no solo comprendemos mutuas definiciones de las situaciones compartidas:
también las definimos recíprocamente” (1986).
[2] Quiero aclarar que ahondo un poco en Bandura porque en el
libro de David Myers, específicamente en su capítulo acerca del yo y el mundo social, toca someramente
el concepto de autoeficacia que fue desarrollado precisamente por Bandura.
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