lunes, 30 de enero de 2017

CONCEPTOS BÁSICOS DEL ENFOQUE SOCIO-HISTÓRICO DE VYGOTSKY















Observaciones acerca del desarrollo de un grupo de estudiantes de grado 7º

TEORÍAS DEL DESARROLLO VERSUS OBSERVACIONES

Existen un sin número de enunciados y teorías desarrolladas con respecto a lo que significa la adolescencia.  Sin embargo, en aras de generar una base conceptual más bien clara para este trabajo en particular, se tomará como referencia la definición propuesta por Papalia (2012) quien anota que la adolescencia es la transición que se da entre la niñez y la adultez y que se caracteriza por los diferentes cambios tanto psicosociales, como cognoscitivos y físicos que experimenta un organismo humano. 
De  todas estas transformaciones que ocurren de repente en el rango de los 11 a los 19 o 20 años de edad aproximadamente, las más evidentes son las manifestaciones físicas que indican niveles de maduración sexual y que hacen parte del proceso puberal.  Estas se caracterizan porque los órganos necesarios para la reproducción tanto en hombres como en mujeres aumentan en tamaño y maduran (características sexuales primarias); de igual forma, empiezan a hacerse evidentes signos de masculinidad y femineidad manifiesta como el ancho de los hombros en el caso de los machos, y los senos o las caderas amplias en las féminas (características sexuales secundarias).  Todas estas vicisitudes físicas son el resultado de la producción de distintas hormonas que inician su trabajo en etapas anteriores a la adolescente y que desencadenan la aparición de los principales signos de la pubertad que a un nivel social castizo y coloquial representan en todo su esplendor la madurez sexual, esto es: espermaquia en el caso de los hombres y menarquia, para las mujeres.  Ambos términos indican el inicio de dos acontecimientos relevantes: la primera eyaculación de un niño, y la primera menstruación de  una niña respectivamente, hechos que coincide en cualquiera de los casos con el bien llamado estirón de crecimiento.  Pero la metamorfosis no termina ahí.  El proceso en general conlleva también a una variedad de cambios a nivel emocional y perceptivo que desarrollan la transición de una serie de divergencias psicológicas que repercuten ampliamente en el resultado último de este desarrollo: el alcance de una sana adultez.  Es preciso entonces destacar diversos planteamientos de autores disímiles que apuntan a esta etapa tan importante del desarrollo, y cuyas ideas abarcan y enmarcan no sólo los avances cognitivos que se dan, sino las búsquedas que se suscitan continuamente con el objetivo de construir un yo.  A continuación se abordan algunos de estos autores y sus teorías, y se contrastan con las observaciones realizadas durante este proceso.  
Erick Homburger Erickson planteó la existencia de varias etapas epigenéticas[1] del desarrollo psicosocial.  Estas etapas se derivaron en un principio de las etapas psicosexuales de Sigmund Freud, pero el autor las evolucionó al considerar el desarrollo del yo dentro del contexto en el que cada individuo se desenvuelve.  Esta interacción directa es lo que permite de acuerdo con Erickson la formación del sentido claro de quién se es y qué espacio se ocupa dentro de un marco ambiental y cultural, abarcando una progresión de desarrollo que inicia en la infancia y termina en la vejez, y que claramente se da también durante la adolescencia.  A continuación se reproduce una tabla en la que se puede tener una noción más clara de la crisis del yo en el ciclo de la vida plateada por Erickson, y que está dividida en los cuatro estadios de la vida en las que se presentan.

Crisis del yo en el ciclo de la vida.
Infancia
Niñez
Adolescencia
Adultez
1.  Confianza versus Desconfianza (oral)
2.  Autonomía versus vergüenza y duda (anal)
3.  Iniciativa versus culpa (fálica).
4.  Laboriosidad versus inferioridad (latencia)
5.  Identidad versus confusión de rol (genital temprana)
6.  Intimidad versus aislamiento (genital).
7.  Generatividad versus estancamiento.
8.  Integridad del yo versus desesperanza
 Tabla tomada de: Sollod, Wilson & Monte, 2009, pp197.

Dado que el tema que atañe a este escrito en específico es la adolescencia como tal y las relaciones entre la observación realizada durante el ejercicio de la bitácora, así como las teorías seleccionadas para verificar si se dan dentro del contexto elegido, la atención se centrará en la adolescencia y la adquisición de un sentido de identidad versus un rol. 
De acuerdo con Erickson al finalizar la niñez el niño (o niña) ha adquirido lo que denominó un sentido de laboriosidad que lo prepara para que en su etapa adolescente desarrolle el sentido de su identidad propia, esta es sin ir mucho más allá la base sobre la que se construye el yo.  Según el autor, en esta etapa psicosocial el joven en desarrollo genera una especie de retroceso en donde vuelve a experimentar las batallas libradas durante la niñez, pero a diferencia de esta, los enfrentamientos que se dan se producen en contra de adversarios inexistentes, pues aparentemente el período que abarca la transición adolescente no es otra cosa que un juego de interpretación de roles, donde el rol vencedor será el resultado de la identificación de estados anteriores, de manera que las experiencias críticas de la infancia, la niñez y los años escolares se combinan para convertirse en un todo estable.  Y ciertamente cuando se realiza una observación de la realidad de muchos jóvenes y jovencitas las teorías de Erickson parecen cobrar vida y se escenifican.  Entre los muchachos y muchachas del grupo 7º del colegio (...) claramente se nota que gran parte de estos individuos se esfuerza diariamente por encajar dentro de un subgrupo (por eso la tendencia del maquillaje, los pantalones entubados, la música hip-hop, las perforaciones, y hasta el consumo de sustancias psicoactivas entre otros).  Son decisiones que tomaron seguramente creyendo poder identificarse con las particularidades de estos clanes.  Si sus elecciones constituyen una decisión acertada, no es claro, especialmente porque muchos de estos sujetos han sido obligados por su propia realidad a vivir ciertos acontecimientos, pues el reclutamiento  de adolescente por pandillas del sector a la salida de la institución es el pan nuestro de cada día.  Entonces, sobrellevando una crisis de identidad, y teniendo como única opción la droga, la violencia y el hurto, estos jóvenes y jovencitas terminan hallando a su sí mismo en medio de la perdición del sector.  Este hecho encuentra un sustento teórico cuando se mira desde una perspectiva diferente a la de Erickson,  como por ejemplo la teoría cognitivo-social de Albert Bandura que considera que “las personas actúan sobre el ambiente y a la vez son influidas por la forma en que lo entienden” (Sollod et al., 2009).  Bandura propuso una interacción a la que denominó determinismo recíproco triádico,  que consiste básicamente en un juego de relaciones de tres elementos que pueden influirse mutuamente.  Los elementos de esta triada son: la consciencia y el pensamiento de la persona, la conducta en curso de la persona y el ambiente de la persona, y dado que cada una de estas características tiene el poder de modificar a las otras dos, no sería errado pensar que la realidad y el contexto de todos y cada uno de estos muchachos es lo que finalmente ha contribuido a su toma de decisiones con respecto a la búsqueda de su identidad.  Por esta razón desde el punto de vista de este autor es tan relevante el aprendizaje por observación, mediado constantemente por procesos perceptivos y cognitivos que devienen de la imitación de lo que se ha observado que otros han ejecutado, y cuyo reforzamiento no directo (reforzamiento vicario) los lleva a realizar las mismas acciones.  Entonces de una u otra manera el ambiente y las relaciones establecidas por una buena parte de estos adolescentes es modelado, lo que implica que su conducta ha sido influenciada por la demostración, por lo que no se les puede culpar (al menos no totalmente) cuando cometen ciertos asaltos que van en contra de las buenas enseñanzas que dentro de contextos diferentes se aprenden.  Un ejemplo claro de esto es que dentro del salón de clases hubo un robo no hace mucho.  Un joven hurtó el celular de su compañero, lo que provocó el llamado de agentes de la policía y el cierre inmediato del salón de clases.  Al final de la requisa realizada por la autoridad, el celular fue encontrado y el muchacho (un joven de 14 años) judicializado (dentro de los parámetros que permite la ley).  El muchacho fue retirado por su acudiente de la institución inmediatamente después de presentarse el hecho.  La pregunta que surge a raíz de este tipo de acciones es ¿Se puede culpar a este muchacho de sus actos delictivos teniendo en cuenta que: 1) su cerebro en desarrollo no le permite aún inhibir ciertos comportamientos, 2) se encuentra en una crisis de identidad y 3) ha aprendido de su contexto a realizar este tipo de acciones? Y no es cuestión de justificarlo por ser un adolescente, pero es claro que en este punto se entra en una encrucijada, porque aunque las leyes de la sociedad impiden públicamente ciertos modos de actuar y de convivir, no se tienen en cuenta muchos de los factores que generan influjos contundentes en las etapas formativas de estos organismos en desarrollo. Y es que más allá de sobrecogerse ante la realidad, es importante tener en cuenta que no siempre se busca superar obstáculos para conseguir ser un individuo autoeficaz al mejor estilo de los postulados de Bandura, lo más claro hasta aquí es que no todos los procesos se llevan a cabo de igual manera en cada caso, por lo que existe la posibilidad de que cada teoría sea cierta bajo un contenido social y una situación determinados.  Sin embargo, los autores tienen mucha razón en darle importancia al contexto, valorando lo que representa para cada sujeto, porque claramente no se puede ser reduccionista cuando de desarrollo se trata.  Y precisamente por esto, porque el desarrollo no depende única y exclusivamente de parámetros biológicos o limitados al área de interacción social más cercana, es que existen perspectivas contextuales, que sostienen que “el individuo no es una entidad separada que interactúa con el ambiente, sino que es parte inseparable de este” (Papalia et al., 2012).  La teoría bioecológica de Urie Bronfenbrenner se desarrolla dentro de sistemas que contienen a otros sistemas, de manera que cada uno tiene un nivel de influencia sobre el individuo.  Pero no se trata aquí de un único contexto, sino de múltiples contextos  que van desde un microsistema (entorno cotidiano del hogar, escuela o trabajo),  hasta un macrosistema (esquemas culturales), incluyendo a la cuarta dimensión como el quinto sistema involucrado.  Entonces, si se busca examinar todas las vertientes del desarrollo de un sujeto, es importante no sucumbir ante la idea de que su formación es sólo cuestión de lo que los padres hicieron con éste en su núcleo, porque el desarrollo en este sentido es como la ampliación de hondas producida por una roca al caer en un lago que al romper la tención superficial las genera, mientras estas se abren a lo largo y ancho del agua.  Entonces, aunque la turbulencia se origina en un punto específico, existe una clara expansión alrededor de este centro.  Lo más importante al tomar como base esta teoría, es que permite la interpretación de los distintos datos adquiridos, porque no se aplica de igual forma a personas de otras sociedades o grupos, por lo que el grado 7º de la Institución Educativa (...) es un caso específico cuyas particularidades son únicas.  Habría que entrar a analizar un poco el microsistema de cada estudiante, pero varias de las características existentes coinciden en muchos de los casos a saber: se trata de una localidad al sur de la ciudad, en un barrio donde la delincuencia juvenil marca la parada.  Es una zona urbana compuesta por familias que han sido desplazadas de otros departamentos por la violencia del país y debido a los grupos armados al margen de la ley.  Hay un alto número de familias monoparentales (bien sea por abandono o muerte); familias donde alguno de los padres se encuentra recluido en alguna cárcel, etc.  En general, es una zona donde una amplia multiplicidad de contextos se extiende, y que por extensión, posee un macrosistema algo diferente al del resto de la ciudad de Bogotá.  Todo lo anterior es permeado, absorbido e interiorizado por estos jóvenes en proceso de desarrollo.  Pero siempre hay algunas excepciones a la regla, pese a las carencias afectivas, al entorno deteriorado y a la realidad doliente, existen casos que bien vale la pena nombrar, como Lorena y todos aquellos que hacen parte de un reducido grupo de estudiantes que dentro de los estados de identidad propuestos por James E. Marcia, han pasado por una crisis poco duradera que los ha llevado al logro de la identidad, generando un compromiso auto-impuesto hacia sus propias metas.  Es cierto que Marcia también habla de estados menos deseables, como la exclusión (compromiso con la crisis), la moratoria (crisis sin compromiso) y la difusión de la identidad (donde no hay compromiso, ni tampoco crisis), pero dada esta primera categoría que demuestra un cierto grado de aceptación y realización propia por parte de estos adolescentes, es importante resaltar que sí existe la posibilidad incluso habiendo nacido y crecido en un contexto difícil, de salir adelante cuando se tiene algún tipo de soporte.  En el caso de los muchachos y muchachas cuya actitud se enfoca en la obtención de metas, el punto en común es precisamente el apoyo de sus progenitores; se trata de niños que fueron criados con amor a pesar de las circunstancias, convirtiéndose así en fuentes de validación externa de sus propias búsquedas a futuro, lo que se cristalizará (al menos en teoría) en una personalidad madura y saludable.
Ahora bien, la peculiaridad que concuerda en prácticamente cualquier teoría que aborda a la adolescencia es que se trata de una etapa de tránsito en donde el individuo se pregunta ¿Qué es? Pues al no poder referirse a sí mismo como niño o como adulto, surge un sinfín de inconvenientes emocionales y puede que de allí germinen todos los conflictos que hay que adolecer durante la adolescencia.  Muestra de ello es que autores como Gordon W. Allport por ejemplo pensaron en esta etapa como un período durante el que deben aceptarse sentimientos, necesidades  y pensamientos que de alguna forma fundamentan todos aquellos esfuerzos que se convertirán en su yo real.  En el caso de Allport específicamente se habla de un esfuerzo proprium[2], la lenta evolución del sí mismo:

La búsqueda de identidad se revela en la forma en que el adolescente prueba diferentes máscaras.  Primero desarrolla una línea de conversación y luego otra, un estilo de peinado y luego otro (siempre dentro del ámbito permitido por el grupo de pares).  Imita a un héroe y luego a otro.  Continúa su búsqueda de un atuendo que encaje.  Lo que en realidad quiere todavía no está del todo presente: su personalidad adulta” (Allport, 1961, p. 125, citado por Sollod et al., 2009).

Al final no importa si se mira desde la perspectiva psicosocial (Erickson), el aprendizaje social (Bandura), el punto de vista contextual (Bronfenbrenner), la teoría humanista (Allport) o el  desarrollo biológico neto, lo que es totalmente cierto e innegable es que la adolescencia es un proceso largo y algo tedioso, en donde se toman decisiones fundamentales que al final repercutirán en la vida del futuro adulto. 

CONCLUSIONES

   A partir de las observaciones realizadas y su posterior contrastación con las diferentes teorías que se abordaron es posible concluir que aunque todas las perspectivas teóricas postulan axiomas que tienen gran validez, no es posible evidenciar resultados favorables en determinados contextos.  La razón es sencilla: cada uno de los autores de las diferentes teorías las formularon bajo condiciones contextuales bastante diferentes a las que existen en Colombia, Bogotá, Bosa, Bosa Carbonell, Colegio (...), Grupo 7º.  Aunque claramente existen coincidencias que validan los postulados, es difícil generalizar en tanto a los corolarios aparentes del desarrollo de cada uno de los individuos estudiados, porque como bien se dijo al principio, se trató de un grupo de séptimo donde existen varios casos de extra-edad, lo que de antemano supone una diferencia fundamental en términos del tiempo y el proceso de desarrollo mismo.  Si bien es cierto que la adolescencia es una etapa, también es válido asumir que el proceso de adolecer dicho período también posee sus propias sub-etapas.  Además, y tomando como referencia la teoría bioecológica de Bronfenbrenner, se hace necesario evaluar no sólo las actitudes de los muchachos y muchachas dentro del aula de clases (microsistema), sino también poner sobre la mesa un mesosistema (interlocutor entre sistemas) que permita observar con mayor detenimiento las interacciones que se dan entre los diferentes actores y escenarios, de manera que se pueda llegar a comprender el ¿por qué? de las acciones y conductas que llevan a cabo muchos de estos jóvenes y jovencitas.     

Nota final: En términos generales y al menos a un nivel físico y biológico los adolescentes de ahora parecen vivenciar las diferentes etapas de desarrollo y madurez sexual que registra la literatura médica.  Sin embargo, es importante mencionar que en los últimos años (posiblemente debido a los cambios que también se han sufrido en los diversos contextos), las edades en las que aparecen estas transformaciones se han reducido presentándose con frecuencias antes de lo esperado.



[1] Desde la biología determina una secuencia que se da paulatinamente en el desarrollo y que está genéticamente dispuesta, pero que requiere de condiciones ambientales específicas para llegar a término exitosamente.
[2] Término de Allport para el sí mismo; consta del yo corporal, la identidad del sí mismo, autoestima, extensión del sí mismo, autoimagen, el sí mismo como una entidad racional, esfuerzo proprium y el sí mismo como conocedor. (Sollod et al., P. 263)

Análisis de observaciones realizadas sobre un grupo de grado séptimo

ANÁLISIS DE LAS OBSERVACIONES

“El niño acepta los ‘roles’ y actitudes de los otros significantes, osea que los internaliza y se apropia de ellos.  Y por esta identificación con los otros significantes el niño se vuelve capaz de identificarse él mismo, de adquirir una identidad subjetivamente coherente y plausible” (Berger & Luckmann, 1986).

La frase que consigno a manera de epígrafe sirve de introducción a este análisis por una sencilla razón: todos, sin importar quienes seamos, hemos experimentado un proceso de construcción de la identidad.  Este es un hecho que no ha pasado inadvertido durante las sesiones y se hace especialmente evidente en el registro de las observaciones realizadas a los diferentes grupos del Colegio (...), y es que quien lea atentamente las distintas narraciones que escribí, se dará cuenta de que estos niños y niñas han entrado de lleno en el proceso de desarrollo de su yo social; esto es, su propio juego de roles (como estudiantes, miembros de su familia, etc.), y por extensión han iniciado la construcción de su identidad grupal.  Comenzaré mi análisis haciendo algunas anotaciones que considero relevantes:
Un rasgo importante y particular que pude observar fue que los pequeños grupos creados dentro de los diferentes grados se caracterizan porque los y las miembros de cada uno se encuentran experimentando prácticamente la misma fase de desarrollo.  En el caso de las niñas, por ejemplo, si se trata de un clan de tres, las tres chicas poseen básicamente la misma estatura, senos en desarrollo y su necesidad por maquillarse parece ir en aumento.  Esto contrasta con los grupos de niñas que todavía parecen encontrarse en etapas anteriores, pues en principio sus agrupaciones son flexibles (permiten nuevas inclusiones con mayor facilidad), y poseen un carácter colectivo más dócil que el de sus pares de mayor edad.  Las niñas cuyo desarrollo sexual es más evidente parecen ser más selectas y ya no ven en los adultos (docentes en este caso) fuentes de autoridad o  individuos protectores, sino que ante cualquier tipo de situación en la que se sienten agredidas o vulneradas (aún si no lo están siendo), responden negativamente casi de inmediato. 
Los adolescentes mayores actúan sin medir las consecuencias de sus actos.  Los varones de los diferentes grupos se golpean entre ellos sin razón aparente, en muchas ocasiones causando lesiones a sus compañeros.  Sin embargo, no parece que los jóvenes perciban estos comportamientos como agresivos, contrariamente se podría afirmar que se trata de una especie de muestra afectiva, y es que su crianza, cultura, contexto y claramente la educación misma que se les imparte les han servido a estos individuos como la base sobre la que asumen la vida y en este caso específico: el colegio, su proceso educativo.  Cuando se habla con ellos y ellas, se puede notar que poseen pocas aspiraciones académicas, y muchos responden de forma grosera y renuente ante las prácticas escolares, enfáticamente sobre todas las que tienen que ver con su rol de estudiantes (llegando a afirmar que “no quieren aprender”, que “no necesitan estudiar”, entre otras cosas).  Esto me recuerda una frase del libro de Berger y Luckmann “…el niño de clase baja no solo absorbe el mundo social en una perspectiva de clase baja, sino que lo absorbe con la coloración idiosincrásica que le han dado sus padres”, en otras palabras, estos chicos actúan con base en lo que socialmente han aprendido. 
En este punto parece pertinente agregar una noción de identidad que, pese a no hacer parte de las teorías psicológicas sociales, sí se consolida como un postulado importante en cuanto a la construcción del yo. Me refiero a Erickson y a sus planteamientos con respecto a las crisis del yo que se generan durante la búsqueda de un sentido de identidad, en el caso de la edad que nos concierne (dadas las observaciones): sentido de identidad versus confusión de rol.  Esto puede equipararse precisamente con el desarrollo del yo planteado desde la psicología social y que abarca los roles que asumimos, las identidades sociales que formamos, la cultura que nos rodea, nuestros éxitos y fracasos, entre otros.  Se dice que durante esta etapa las personas jóvenes exploran gran diversidad de oportunidades con el fin de elegir entre diferentes roles experimentados para descartar caracterizaciones distintas y elegir un papel final.  El riesgo posterior a esta exploración de sucesos y acciones es que se puede no generar un yo con el que los futuros adultos se identifiquen plenamente, y siendo estrictos, tal vez por esta posible dificultad de hallarse a sí mismo, Erickson planteó no sólo características positivas, sino también algunas negativas que se dan en esta fase de la vida.  Esto es cierto grado de “…hostilidad desdeñosa y presuntuosa hacia los roles que la familia o la comunidad inmediata sugieren como apropiados y deseables” (Erikson, 1959, Citado por Sollod, Wilson & monte, 2009.  Pág. 203).  Lo anterior está dicho para enfatizar el que aun estando dentro de una institución educativa, la gran mayoría de los muchachos y muchachas observados se distinguen precisamente por ir en contra de las reglas, de las opciones que les brinda el contexto, de las peticiones de sus padres y de sus maestros.  Es claro que en este momento de sus vidas aquellos jóvenes que han llegado al punto de transición entre ser niños y convertirse en adolescentes, están constantemente buscando opciones que les permitan ser y destacarse (sea positiva o negativamente) dentro del grupo de pares cuyas percepciones realmente les interesan.  Por esto el “pogo” (no bien visto ante los ojos de la autoridad escolar), el consumo, el estudiante rebelde, el maquillaje, las perforaciones, los tatuajes, la música (que a los adultos no les gusta); por esto la exploración de todo lo que está prohibido y la constante búsqueda de algo con lo que se puedan sentir cómodos y satisfechos.  Y es que al final, de esto se trata la identidad social, de todo lo que se es dentro de un grupo que se encuentra al interior de otro más grande, en contraste con todo lo que no se es, o como dirían Berger y Luckmann (1986), se trata de asumir el mundo en el que viven los otros para comprender procesos subjetivos momentáneos y hacerlos míos (objetivándolos), de esto se trata la socialización.
Ahora bien, en la observación del día 05 me dediqué a describir de manera breve la situación emocional de dos niñas.  Me pareció algo importante a tener en cuenta ya que la prevalencia de la depresión aumenta durante la adolescencia (Papalia, 2012), y porque indubitablemente las razones que justifican respuestas como el cutting ante la vida, tienen una relación directa con el contexto social y cultural del individuo, así como sus experiencias tanto interiores como de interacción con otros (bien sean familiares, personas ajenas a su núcleo o pares).  Albert Bandura planteó que “las personas actúan sobre el ambiente y a la vez son influidas por la forma en que lo entienden” (Sollod, Wilson & Monte, 2009)[1].  Bandura propuso una interacción a la que denominó determinismo recíproco tríadico, que consiste básicamente en un juego de relaciones de tres elementos a saber: la consciencia y el pensamiento del individuo, la conducta en curso que tiene y el ambiente de la persona, y dado que cada una de estas características tiene el poder de modificar a las otras dos, se reafirma la idea de que el contexto y la realidad de cada uno de estos muchachos, o mejor aún, su forma de asumirlos, son lo que en última instancia ha contribuido con la toma de decisiones que hasta hoy han llevado a cabo con respecto a la búsqueda de su propia identidad[2], porque la identidad social no es más que un acto de reverberación, “el yo es una entidad reflejada, porque refleja las actitudes que primeramente adoptaron para con él otros significantes” (Berger et al, 1986).
. . . . .
Creo que no es sencillo realizar un ejercicio de observación de personas y luego efectuar un análisis sobre este, especialmente porque yo misma soy producto de una socialización primaria, es decir, he tenido como tamiz mi propio entendimiento del contexto, partiendo de lo que otros significantes han hecho que signifique el mundo para mí, por lo que mi yo generalizado es muy específico y al compararlo con el yo generalizado de los individuos a los que estuve observando, noto variaciones importantes, lo que muy seguramente me  hace atribuir razones a las conductas de estos muchachos y muchachas (que no necesariamente son verdades).  Lo social está tan arraigado, que por más que intento ver objetivamente el contexto y analizarlo sin detenerme en incurrir en consideraciones propias, no dejo de tomar como base mi propio conocimiento y experiencia para explicar las razones del comportamiento de estos sujetos.  Hasta aquí lo que he visto con cierto nivel de objetividad es que la auto-identificación de estos muchachos y muchachas ha logrado cierto nivel de estabilidad (no se puede olvidar que se encuentran en proceso de desarrollo), sólo gracias a la identificación que ellos mismos han obtenido frente a la generalidad que otros sujetos les han brindado, eso implica que los diferentes roles que ejercen, se vinculan directamente con ese proceso dialéctico que se gesta a partir del momento en el que el niño existe, y que con el tiempo y la internalización logrados (en la medida en la que su contexto y él interactúan), provee conscientemente una identidad coherente para sí mismo, de manera que se ha establecido en ellos (al menos desde la perspectiva de Berger y Luckmann) una relación simétrica entre la realidad objetiva y la realidad subjetiva


CONCLUSIONES

A partir de la observación realizada puedo concluir que en su gran mayoría los jóvenes y jovencitas observados poseen patrones de conducta muy similares.  Sin embargo, estos varían un poco en concordancia con los subgrupos a los que pertenecen, esto claramente modifica las expresiones tanto verbales como gestuales que utilizan, su forma de moverse por el espacio y de interactuar con los otros.  Un ejemplo claro de esto son los grupos de niñas de edad superior (15 años máximo) a las que he observado, y en las que he notado una marcada tendencia a maquillarse, mantener su cabello húmedo, tomarse selfies lanzando besos al aire, entre otras acciones.  Muchas de estas actitudes hacen parte de los rasgos de personalidad con las que son reconocidas, lo que contrasta como se dijo anteriormente con otras agrupaciones que varían en edad y cuyos comportamientos son completamente diferentes.  Se evidencia un deseo innato de agradar a sus pares, y tal vez por eso comienzan a existir líderes y seguidores.  A la mejor manera de los filmes norteamericanos comienzan a vislumbrarse incluso aquí abejas reinas, y esto se vuelve más claro aún, cuando por alguna razón estas chicas no asisten al colegio, y las demás se vuelven taciturnas, o atienden mejor a las clases que se les imparten.  Hace poco de hecho, dos niñas de un trío, aceptaron abiertamente dicha situación.  Dijeron: ¡Nos portamos mejor cuando Ximena no viene!, lo que en definitiva confirma el influjo que tienen entre pares estos jóvenes y jovencitas. 
En cuanto a sus patrones de cooperación, parecen ser muy fieles a sus agrupaciones, se defienden entre ellos y son capaces de enfrentarse unos a otros para salvaguardar la seguridad de su grupo.  Los valores que poseen son los que han recibido hasta ahora de todas las vertientes contextuales en las que están inmersos (su otro generalizado); son muchachos y muchachas conflictivos, listos para integrarse a cualquier pelea si es necesario (por eso se amenazan y se agreden continuamente de forma verbal y hasta física).  Cuando se trata de resolución de conflictos, no poseen muchas herramientas pacíficas que les permitan hablar y razonar sin previamente haberse insultado o golpeado. 
Para ellos y ellas (en su mayoría) las reglas no significan estándares irrompibles.  Al contrario, parecen disfrutar al ir en contra de todo lo que les es impuesto.  En muchos casos evidencian autonomía a la hora de ejecutar acciones que desean, pero esta se diluye al tratarse de cuestiones académicas.  Su auto-concepto y autoestima están en proceso de formación, muchos aún no se han percatado del potencial que tienen y así mismo lo dejan ver en cada oportunidad (afirman no poder hacer las cosas, se sienten incapaces ante los nuevos retos y antes de dar batalla se rinden).   No son especialmente autónomos, a menos que se trate de cuestiones por las que sientan algún interés (como el deporte, por dar un ejemplo). 
Cuando estos muchachos discuten y dan quejas, se evidencian patrones de auto-referencia que están fundamentados en sí mismos (lo que es completamente normal, teniendo en cuenta que nuestro interés principal somos nosotros mismos).  En tanto a sus “posibles yos”, existen deseos y motivaciones, como para los futuros James.   Estos muchachos y muchachas están absortos en representar sus roles ceñidos a la búsqueda de agradar a sus pares.  Se identifican (parece) no como parte del colegio (pues su sentido de pertenencia va más bien en contra que a favor), sino como parte de grupos más pequeños, de los que asumen características físicas (uso de pearcings, pantalones entubados, etc.) y comportamentales (tipo de música que escucha, tendencias y gustos, expresiones que utilizan, entre otros).  Esta es su identidad social, construida a partir de las comparaciones sociales que han hecho y de su propia versión de la realidad.
En tanto a su cultura y sus yos, parecen ser interdependientes, pero sólo con su propio grupo de amigos, pues en general (y dada la cultura misma del país), son entidades independientes donde las metas y prioridades están definidas a partir de sus propias características.
Para finalizar, y sólo porque considero que esta afirmación sirve de aglutinante para el análisis realizado, volveré sobre mis pasos, terminaré como di inicio al texto y citaré nuevamente a Berger & Luckman:
“El niño acepta los ‘roles’ y actitudes de los otros significantes, osea que los internaliza y se apropia de ellos.  Y por esta identificación con los otros significantes el niño se vuelve capaz de identificarse él mismo, de adquirir una identidad subjetivamente coherente y plausible” (1986).


REFERENCIAS

Berger, P. & Luckmann, T. (1986).  La construcción social de la realidad (cap III).  1ra ed. [ebook] Buenos Aires: Amorrortu. Pág.164-227.  Disponible en: http://aulas.uniminuto.edu/campus/mdl_201650/pluginfile.php/119224/mod_resource/content/2/Texto_6_BergerLuckmann_1986_CapIII1.pdf [visto el 10 de noviembre de 2016]
Myers, D. (2005).  Psicología Social.  Colombia: McGraw-Hill, Pág.39-133.
Papalia, D., Feldman, R., Y Martorell, G. (2012).  Desarrollo Humano
Duodécima edición.  McGraw Hill/Interamericana Editores.  Colombia.
Sollod, R., Wilson, J., & Monte C. (2009).  Teorías de la personalidad – debajo de la máscara.  Octava edición.  McGraw Hill/Interamericana Editores.  Colombia.



[1] Palabras más, palabras menos, esta afirmación es consistente con las ideas de Luckmann y Berger con respecto a la socialización y a la internalización del proceso, en donde “no solo comprendemos mutuas definiciones de las situaciones compartidas: también las definimos recíprocamente” (1986).
[2] Quiero aclarar que ahondo un poco en Bandura porque en el libro de David Myers, específicamente en su capítulo acerca del yo y el mundo social, toca someramente el concepto de autoeficacia que fue desarrollado precisamente por Bandura.